lunes, 30 de mayo de 2011

TODO LO QUE USTED QUERÍA SABER SOBRE EL FIN DEL MUNDO, PERO TEMÍA PREGUNTAR


El 21 de mayo, anunciado como fin del mundo, pasó sin pena ni gloria aunque con mucha publicidad. Dinero perdido que, por supuesto, pudo ser utilizado para causas más nobles que intentar atemorizar a la gente.

Prometí contarles algunos antecedentes sobre esta rara costumbre de profetizar una y otra vez el Juicio Final, una catástrofe planetaria, el fin de la humanidad y otras cosas así de agradables.
En realidad, podría escribirse un libro entero (bastante gordito) al respecto, pero este post puede servirles de introducción razonable.

Principio quieren las cosas, así que remontémonos a los inicios del cristianismo. Mateo reseña las cosas que han de suceder en el fin de los tiempos y para situarlo nos dice:

"En verdad les digo. No pasará esta generación sin que sucedan estas cosas." (Mateo 24:34)


Por lo tanto, parecía inferirse que el fin era poco menos que inminente. Sin embargo, no fue así.
Habrá que esperar unos años para la siguiente profecía apocalíptica, dada por Hipólito de Roma:


Hipólito (posteriormente santificado) era presbítero de Roma hacia el año 212. No se conoce con certeza su lugar de nacimiento, pero se supone que pudiera ser Alejandría. Hombre de vasta cultura y erudición, sus lecturas y estudios le convencieron de que el fin del mundo sería en el año 500.
Claro que tampoco aconteció.

Hay que avanzar hasta la siguiente fecha redonda para encontrar otra oleada apocalíptica: ya cercanos al año 1000, comienza nuevamente el fenómeno de las predicciones del fin del mundo:



Nuevamente, los orígenes de estas profecías han de buscarse en el cristianismo. Grupos menores dentro de las diferentes congregaciones empiezan a hacerse oir en los estratos más bajos de la población.
Se producen fenómenos de histeria colectiva a medida que la fecha fatídica se acerca. Y cuando la jornada final pasa sin novedades, aún los "profetas" encuentran una salida para explicar su error: a los mil años deben sumarse los años vividos por Jesús.

Con ello, vuelve a fijarse una fecha para el Juicio Final, esta vez esperado para el año 1033. Pero tampoco pasa nada.

La movida siguiente parte de una autoridad de la Iglesia: el Papa Inocencio III:



Inocencio III  provenía de una familia de nobles italianos (Conti), de donde saldrían otros Papas.
Su papado (1198-1216) no fue muy distinto de los de la época: intervino en política, fogoneó el combate contra los musulmanes y, precisamente en estos últimos menesteres, es donde surgió la predicción que realizó.

Según él, el fin del mundo acontecería 666 años después de la fundación del Islam, que en sus números representaba el año 1284.

Imaginen lo que esta profecía supuso para esa época. Si hoy en día un Papa anunciase el Juicio Final, generaría un caos mundial. Y en aquellos años, cuando la autoridad del papado era aún mucho mayor, prácticamente se desató la locura.
Hasta el día de hoy se discute si tal profecía existió realmente o fue una leyenda, pero los efectos fueron bastante nocivos en su momento.

El siguiente anuncio del fin del mundo también estuvo vinculado al cristianismo, pero fue diferente de los anteriores. Más objetivo, se basó en un hecho que sugirió realmente la posibilidad. Me refiero a la peste negra, desatada en pleno siglo XIV y que tuvo su punto álgido hacia el año 1348:


Estamos hablando de una epidemia de peste bubónica en una época donde no se conoce demasiado acerca de Medicina. Fue tan virulenta que arrasó con un tercio de la población de Europa. Nadie sabía qué la causaba, pero acabó con familias enteras y destruyó los engranajes de la sociedad mientras duró.

Con cierta lógica, la gente adjudicó los sucesos a la proximidad del fin del mundo. Que tampoco aconteció.

La siguiente estación en este tren apocalíptico nos lleva hasta el año 1669. Una secta de cristianos rusos anuncia como inminente la llegada del Anticristo. Y comienzan a inmolarse por medio del fuego para escapar del control del Maligno.
Se calcula que entre 1669 y 1690 fueron veinte mil los suicidas que temían la llegada de la Bestia tanto como para quitarse la vida.


Estén atentos a lo que sigue, porque guarda ciertas similitudes con la "profecía" del 21 de mayo pasado.

Estamos en el año 1843 y es entonces cuando un señor llamado William Miller funda una secta y anuncia que el fin del mundo se producirá el 21 de marzo (la tenían con el "21") de ese año.
Como ustedes suponen, la secta consigue tener buena cantidad de seguidores. Miller da sermones y conferencias a todo trapo, a medida que "el fin" se acerca.


Por supuesto, la fecha llegó y no pasó nada. ¿Qué hizo Miller entonces? Pues la corrió un poco para adelante: empezó a anunciar que el fin del mundo sería el 22 de octubre de 1844.
La gente volvió a creerle, esperó pacientemente y...nada.





Seguimos adelante y nos encontramos con una verdadera avidez de profecías fatales. Porque la próxima fecha se basa en supuestas predicciones que datan del siglo XVI, hechas por Mother Shipton:



La Madre Shipton nació en 1488 y murió en 1561. Verdaderamente, de sus dichos surge un don profético bastante desarrollado. Predijo con exactitud varios acontecimientos de su época, lo cual está ampliamente documentado. Pero el problema comenzó cuando, después de su muerte, se comenzaron a publicar sus predicciones: hay unas cincuenta ediciones diferentes, que incluyen u omiten (según el caso) varias cosas.

Una de las cuales era, supuestamente, la llegada del fin del mundo para el año 1881. No existen datos que avalen que la Madre Shipton expresara esas palabras en vida. Por lo tanto, parece ser un "agregado" posterior.  Y tampoco aconteció nada.  

El siglo XX supo ver varios empeños del ser humano por destruirlo todo (con profecías o sin ellas). Aún así, entre genocidios y guerras mundiales, entre movidas del poder y amenazas de holocaustos nucleares, el mundo siguió andando (medio rengo, pero siguió andando).

La Ciencia asomó como un intento de superar el oscurantismo de la religión, pero terminó por suplantar unos altares por otros, cambiando unas vacas sagradas por otras.
Inevitablemente, se vino un auge de las sectas, una de las cuales era "Los niños de Dios" (Children of God) de David Berg:



No vamos a detenernos ahora en las denuncias que pesan sobre esta secta, pues lo que nos interesa hoy es su faceta apocalíptica. Su líder anunció el fin del mundo para 1973, cuando -según él- el cometa Kohoutek impactaría contra la Tierra.

Este entramado es bastante ilustrativo de cómo se puede tergiversar un hecho científico (el descubrimiento de un cometa), aprovechar la cobertura mediática (se anunció que el cometa Kohoutek se apreciaría en forma "espectacular" en el cielo nocturno) y convertir el asunto en algo funcional para los intereses sectarios (el anuncio de un apocalipsis).

Como ustedes saben, nada pasó. Y si son de mi generación, recordarán la decepción porque el supuesto "gran espectáculo visual" no lo fue en absoluto.

Quien sigue en esta lista catastrófica es Jeane Dixon:


La señora Dixon fue una vidente de fama en Estados Unidos. Realizó varias profecías que se cumplieron y otras que fallaron por completo. Su prestigio se cimentó a fines de los años '50 y principios de los '60, con varios aciertos acerca de personalidades importantes.

Con los años, la prensa se centró en las predicciones acertadas y casi omitió hablar de las fallidas (que fueron, por cierto, muchas más). Como sea, lo cierto es que Jeane Dixon llegó a ser "asesora" extraoficial de Nancy Reagan (lo cual no deja de llamar la atención sobre la credibilidad de la "gente influyente" en el mundo).

El asunto es que la señora Dixon también realizó una predicción sobre el fin del mundo, fijándolo para mediados de los '80 cuando, supuestamente, un cometa impactaría contra la Tierra (¡y dale con los cometas, qué manía!).
Otra que falló.

Arribamos así al año 1988. ¿Qué tiene de particular? Pues nada menos que un anuncio de un ingeniero de la NASA, diciendo que se terminaba el mundo:



Edgar Whisenant había sido ingeniero en la prestigiosa agencia aeroespacial de USA. Y de mayor se puso a investigar la Biblia (cosas de jubilado, digo yo).
Hombre de números, sus cálculos le dieron por resultado que 1988 era el año en que se produciría el gran rapto, que es como se llama en ciertos círculos a la ascensión de los fieles de Dios (previa al apocalipsis final).
Como se sabe, el ingeniero falló.

La lista sigue con un viejo conocido: nada menos que Harold Camping. Sí, señores, el mismo que anunció para el 21 de mayo pasado el fin del mundo, ya lo había anunciado para 1994:



Cuando la fecha pasó sin novedades, adujo que cometió "errores de cálculo".

Pero si de alguien no se esperaban errores, era de Nostradamus:



Una de las pocas, poquísimas fechas concretas existentes en las Cuartetas indica lo siguiente:

"El año mil novecientos noventa y nueve, siete meses.
Del cielo vendrá un gran Rey del Terror."

Podrá ser un anuncio vago, pero no deja lugar a dudas acerca de que se trata de algo malo.
Por eso, mucha gente interpretó que se venía el fin del mundo. Pero se equivocaron también.

Y como hay sólo un paso, de 1999 nos vamos al año 2000, número redondo que los apocalípticos no podían dejar pasar.
Más allá de las fallas de computadoras pronosticadas, también hubo anuncios del fin del mundo. Y digo "anuncios", así en plural, porque hubo más de cuarenta "profecías" que anunciaron el fin del mundo para ese año. Donde tampoco pasó nada de nada.

De ahí nos vamos al 2004, cuando un grupo de investigadores y autores esotéricos anunció que se terminaba todo, basados en cálculos efectuados sobre las dimensiones de la gran pirámide:



Y de ahí llegamos al presente, con el anuncio fresquito del 21 de mayo.
¿Qué pasó? Pues nada, salvo que algún tonto se quedó en la miseria  y, al mismo tiempo, los que facturan publicidad lo pasaron en grande.

¿Y el fin del mundo?, dirá usted.

No sea impaciente y siéntese a esperar el 2012, que es lo que tenemos a mano (mayas mediante).

4 comentarios:

Mariolo dijo...

Difícil hacer un chiste en este post, ya que los mismos "profetas" lo han hecho y miles de incautos les han aplaudido.

Lo que me queda por comentar, y en serio, es que el fin del mundo, si alguna vez se da (y creo que si), no es la explosión del planeta (que podría pasar, pero no creo), sino que cambiará la vida tal como la conocemos. Y no será cosa de un día, sino de una era entera.
Habrá una transición, como las ha habido en la antigüedad varias veces.
¿Cuándo?, y quizás ya esté pasando, quien sabe. Pero son cosas que en el momento no se ven ( o si) y que en miles de años alguien las estudiará como otro hecho histórico.

Que el mundo mutará, puede ser una gran posibilidad, y dejará de ser como es hoy.

Ta, apuntame entre la lista de predictores :)

pelado1961 dijo...

Mariolo:

Tus ideas no andan muy erradas. Necesariamente, el ser humano debe cambiar (evolucionar, mutar, o lo que sea), o bien deberá dejar vía libre para que otra especie le sustituya.
Es un tema muy espinoso el que planteaste, pero muy bueno.

Va un abrazo.

vale dijo...

Lo unico q me apena es q hay casos de suicidios como respuesta a estas recreaciones armagedonicas.. Al q se quedo sin plata q se joda es como quien elige tirarla en eso de los servicios telefonicos manda salvacion al 1122 y yoq se cada idiota con su tema.En lo personal solo otro amague para mi abuelita!! jajaja

pelado1961 dijo...

Tenés razón, Vale.
Es muy triste que haya gente que pierda la cabeza hasta ese punto y, además, que intente arrastrar a otros en su demencia.

A cuidar bien esa abuelaaaaaaa!!!!