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sábado, 30 de junio de 2012

DETRÁS DEL ANTRAX



Ya nadie se acuerda muy bien de estos sucesos que voy a traer a colación. Sucede que la idea actual de "estar informado" pasa por ser blanco del bombardeo mediático donde todo es igual de importante... o de banal.

Los medios hablan de una matanza o de un partido de fútbol o de los líos de los famosos con igual tono, igual énfasis, igual importancia. Todo es lo mismo y, peor aún, todo debe ser sustituído por otra cosa "fresca" al día siguiente. Que Dios nos ampare si mañana no hay otra matanza, otro partido de fútbol u otra pelea de famosillos, porque entonces... capaz que tenemos que llegar al fondo de algún asunto, de UNO aunque más no sea. Y no creo que estemos preparados para eso.

La historia que les traigo arranca una semana después de la destrucción de las Torres Gemelas. Estados Unidos se encaminaba hacia una guerra y las medidas de seguridad estaban en su punto más alto. El FBI ya había sido acusado de ineptitud y ahora prefería pecar de excesivo en vez de laxo.
Pero entonces pasa algo impensado.



Una serie de cartas conteniendo amenazas entre macarrónicas y telegráficas, son recibidas en principio por periódicos (New York Post, National Enquirer) y empresas de medios (ABC News, CBS y NBC). Además de las increíbles "notas terroristas", los sobres contienen un extraño granulado marrón que resulta ser ántrax. Varias personas resultan infectadas.

Los días pasan y los dolores de cabeza del FBI aumentan. El servicio postal de EE.UU. colapsa, las falsas alarmas crecen en forma exponencial, el miedo de la gente aumenta.
Entonces sucede otra cosa aún más extraña: se reciben nuevas cartas contaminadas, pero esta vez en despachos de senadores del Partido Demócrata.

Lo peculiar de estos envíos es que los "terroristas" parecen estar muy desnorteados al elegir sus blancos. Precisamente, los senadores Tom Daschle y Patrick Leahy son quienes, en ese momento, se presentan reacios a la aprobación de la USA Patriot Act, ley que recortaría los derechos civiles para permitir al Estado ejercer un mayor control e investigación de sus ciudadanos.

Pero surge algo aún más incómodo cuando se analiza el contenido de las cartas:



Resulta ser que esta vez, el ántrax contenido en los sobres es de naturaleza muy distinta al de las primeras misivas. A diferencia del granulado marrón, encuentran aquí un gramo de esporas de un polvo altamente refinado. No era cosa de aficionados.

Entretanto, en público, tanto el presidente Bush como su vicepresidente Cheney implicaban a la organización Al Qaeda en los ataques con ántrax. Y en privado, presionaban al director del FBI para que encontrase las pruebas de esa autoría. Sin embargo, el hombre estaba muy lejos de poder vincular ambas cosas.

Pasarían casi siete años de idas y vueltas hasta que el FBI se avivase de una triste cuestión: el ántrax había salido de laboratorios militares de USA.



Un poquito lejos de la hipótesis presidencial, ¿no? Pero bueno, cualquiera puede equivocarse.
Descubierto eso, había que arriesgar alguna hipótesis creíble, lo cual no era nada sencillo.
Por esa época ya eran muchos los críticos que atribuían los sucesos del 9/11 a una operación interna, así que esto del ántrax salido de entrecasa complicaba mucho las cosas (que se sepa, los terroristas islámicos no tienen llave de los laboratorios militares estadounidenses).

Entonces apareció la "solución", bajo la forma de este hombre: Bruce Ivins.



Bruce Ivins era un biólogo que había trabajado para el ejército de USA por espacio de casi treinta años. Gran parte de su trabajo era clasificado y, en particular, había colaborado durante años con el FBI para encontrar al culpable de los ataques con ántrax.

Ya sé lo que usted está pensando: que Bruce Irvins se mandó una jugada maestra y descubrió al culpable. Pero no. Cuando dije que este hombre había sido la solución al asunto, lo dije literalmente: el tipo fue señalado como culpable de los ataques.

En menos que canta un gallo, se descubrió que Bruce "podía" haber robado el ántrax del laboratorio, "podía" haber enviado los sobres y "podía" haber ocultado las pruebas. Demasiados "podía" y pocos hechos, me dirá usted. Pero entonces llegó la "prueba definitiva": el perfil sicológico e ideológico elaborado por el FBI.

Como el pobre tipo posaba de cristiano puro y duro, ya en eso vieron los investigadores un claro indicio de odio al Islam. Por tanto, habría realizado los ataques para implicar a terroristas islámicos.
(Muy interesante, pero entonces: ¿por qué atacó a dos congresistas que estaban EN CONTRA de la guerra?).

Otro "indicio" era que Bruce tenía un apartado de correos secreto. Cuando le preguntaron el porqué, el tipo se tuvo que sacar la careta y confesó que lo usaba para recibir pornografía. Pero no les convenció la respuesta.
Y el mazazo final llegó con el descubrimiento de 68 cartas en casa del biólogo, cuyo texto... nunca fue dado a conocer.

La cuestión es que con "todo eso" en su contra, Bruce iba a ser acusado y detenido. Pero, miren lo que son las cosas, el tipo apareció muerto. Suicidio, dijo el forense. Y punto final al asunto, he ahí al culpable.
Todo muy vidrioso para mi gusto.

No creo que Bruce Irvins fuera, lo que se dice, un incauto. Pero estoy seguro de que le colgaron el sambenito y la quedó. Peor aún, ni siquiera era la primer elección para encontrar un chivo expiatorio.
Antes de acusar a Bruce, el FBI ya había ido tras un tal Steven Hatfill, también biólogo, también experto en armas biológicas, también contratado por el ejército.



Pero Hatfill olió lo que se tramaba, sobre todo cuando la prensa empezó a publicar datos malintencionados y erróneos sobre su vida, actividades y trabajo (facilitados por el FBI).
Puso el grito en el cielo y lo hizo públicamente: demandó a varios medios y al gobierno, lo cual resultó en diversos juicios.

Los jueces terminaron por darle la razón y ganó las demandas. En particular, se supo que el gobierno federal le tuvo que pagar casi seis millones de dólares por los daños y perjuicios causados.

Distintos fueron, seguramente, los procedimientos aplicados cuando el FBI fue tras Irvins. Que tuvo una suerte muy diferente...

lunes, 30 de enero de 2012

DESAPARECER EN UN BLANCO TERRITORIO DE OLVIDO



El hombre que aparece a la izquierda en esta foto se llamaba Thomas Hale Boggs. Muy probablemente, ese nombre no le diga nada a casi ninguno de ustedes. Pero pueden obtener alguna pista de su ocupación si reconocen al otro personaje de la imagen: Lyndon Johnson, el sucesor en la Casa Blanca después del asesinato de  John F. Kennedy.

Despejemos el misterio: Hale Boggs fue congresista y figura de primera línea en la política de Estados Unidos, en tiempos tan difíciles como los años '60 y principios de los '70, hasta que desapareció durante un vuelo en Alaska, sin dejar rastro alguno.

Nuestra historia comienza el 16 de octubre de 1972. El lugar es el aeropuerto de Anchorage (Alaska).
Hay varios hombres conversando en la cafetería animadamente. Finalizada la charla, cuatro de ellos abordan un avión bimotor Cessna 310. Ellos son: el propio Hale Boggs (por entonces líder de la mayoría de la Cámara de Representantes), el congresista Nick Begich, un asistente de nombre Russell Brown y, por supuesto, el piloto Don Jonz.

El viaje es rutinario, se dirigen hacia Juneau, capital del estado de Alaska donde harán campaña política. Se trata de un trayecto breve, en medio de buen tiempo, con un piloto muy experimentado y un avión bimotor excelente.

No hay nada que temer. Excepto que nunca llegarán a su destino.



Cuando las horas pasaron y tras reportar el avión como retrasado, se lanzó una operación de búsqueda y rescate. No voy a exagerar si digo que debe haber sido la mayor operación de esa clase encarada en territorio de USA.

La importancia de los involucrados hizo que muy pronto participaran unidades de todas las ramas militares en la búsqueda del Cessna y sus ocupantes. En particular, se utilizó algo que no se hubiera usado para buscarnos a usted o a mí: me refiero al avión espía SR 71.

El SR 71 fue un encargo directo de la CIA a la empresa Lockheed, aunque su uso fuese teóricamente comandado por la Fuerza Aérea de USA. Lo cierto es que el aparato era una maravilla y portaba lo último en tecnología de fotografía aérea. Sus pilotos se jactaban de poder hacer tomas donde se leía el periódico que un ruso estuviera leyendo en un parque. Y probablemente fuese cierto.



De todas maneras, oficialmente, los esfuerzos por encontrar al Cessna y los cuatro hombres no prosperaron. La búsqueda se suspendió tras cuarenta días y Hale Boggs fue declarado fallecido en enero de 1973.

Así quedaron las cosas hasta pasados varios años, cuando algunos investigadores recibieron ciertos datos de parte de informantes anónimos. Atando cabos y haciendo uso de la Ley de Libertad de Información, llegaron a formular una serie de inquietantes hipótesis:

Cuando John F. Kennedy fue asesinado en 1963, Hale Boggs integró la Comisión Warren (organismo destinado a investigar el magnicidio). La dinámica de los hechos le habría convencido de que el asesinato fue un encargo desde las más altas esferas de la política y la economía norteamericana.

En particular, algunos datos le hicieron sospechar que Richard Nixon sabía lo que iba a pasar el día del crimen, aunque no tenía prueba alguna. Pero después, cuando Robert Kennedy fue asesinado en 1968, Hale Boggs comprendió lo que otros pasaron por alto: que el móvil de este segundo crimen era el de "limpiar el camino" hacia la Casa Blanca para Nixon, evitándole perder por segunda vez con un Kennedy.



A partir de ese momento, Hale Boggs se habría propuesto no perder pisada sobre las actividades de Nixon. Y el episodio de Watergate le había dado una oportunidad única para evitar la reelección de ese personaje, que parecía inminente. Hizo investigar algunas cosas bajo cuerda y le fueron remitidas pruebas, que pensaba dar a conocer en el último momento, para obtener el máximo efecto.

Y por eso mismo, habría sido "desaparecido" tres semanas antes de las elecciones, pagando con su vida el mismo precio que otros antes que él, sólo por intentar hacer conocer el funcionamiento del poder tras bambalinas. Se presume que su avión fue "arreglado" para sufrir un desperfecto.

(Curiosamente, una de las personas que estaba en el aeropuerto con Hale Boggs, y que se ocupó de varios "detalles" del vuelo, fue un joven militante del Partido Demócrata cuyo nombre habrá de  sonarles: Bill Clinton).

Sabemos cómo siguió la historia: Nixon ganó esas elecciones. Aún así, no logró barrer toda su suciedad bajo la alfombra: fue obligado a dimitir en 1974, precisamente por el episodio Watergate y sus consecuencias.
Pudo haber sido procesado por varios delitos y encarcelado. Pero el presidente que le sucedió (Gerald Ford), le otorgó un indulto "por todos los delitos que hubiera cometido, los que pudiera haber cometido o aquellos en los que hubiera tomado parte" entre 1969 y 1974:



Un par de datos curiosos más:
  • las fotografías obtenidas por el SR 71 en su vuelo de búsqueda... se perdieron.
  • unos télex donde se hacía referencia al hallazgo del avión siniestrado y de dos sobrevivientes... se perdieron.
(Creo que la decencia, la democracia y la Constitución, también se les perdieron).

miércoles, 25 de enero de 2012

SICARIOS DE UN ENIGMA



La lápida es clara: "Aquí yace Kaspar Hauser, enigma de su tiempo. Nacimiento desconocido, muerte oculta. 1833".
Es, quizás, lo único claro acerca de una existencia de la cual no se sabe nada concreto.

Corría el año 1828 y el mes era mayo. Un muchacho que caminaba con dificultad se apareció en una plaza de la ciudad de Nuremberg. Confundido, descuidado, parecía totalmente ido.
Fue llevado a la comisaría, donde le hicieron una serie de preguntas lógicas. Pero el chico sólo repetía una y otra vez la misma frase:

"Un jinete como mi padre es lo que yo quiero ser"

Incomprensible. Pero el muchacho portaba dos cartas. Una de ellas estaba firmada, supuestamente, por su madre (que se identificaba como una criada) y la otra por un supuesto tutor. En realidad, ambas estaban escritas por la misma mano desconocida, cosa que la idéntica letra evidenciaba.



Las cartas le identificaban solamente como "Kaspar", aunque cuando le facilitaron material para escribir en la comisaría, escribió "Kaspar Hauser".
Los médicos que lo examinaron no lo encontraron discapacitado, contrariamente a lo que se pensó en principio. Sus limitaciones, que las tenía, obedecían a años de encierro según toda probabilidad.

Las cartas databan su nacimiento en 1812, fecha que llamó poderosamente la atención de algunos investigadores. Se especuló con una identidad posible: la del legítimo heredero del trono de Baden, sustituído según se decía por una criatura moribunda, a poco de nacer.

Quizás fuera una retorcida posibilidad, pero lo cierto es que al trono de Baden llegó Leopoldo I en 1830, tras la muerte de por lo menos seis posibles herederos, algunos de ellos en circunstancias poco claras. Pero si esto era una mala novela, Kaspar Hauser no tenía nada que temer, ¿verdad?



Sin embargo, pronto hubo evidencias de que algo malo esperaba al joven. En 1829 estaba en el sótano de la casa de su tutor, cuando alguien le tomó por sorpresa por detrás y le golpeó la cabeza con un objeto contundente.
Alcanzó a gritar, lo cual posiblemente le salvó la vida.

Posteriormente, se montó una verdadera "operación" en los medios de la época, para hacerle ver como un farsante. Se dio amplia publicidad a un libro publicado en Berlín, identificado como un "tratado policial", cuyo título lo dice todo: "Kaspar Hauser, probablemente un estafador".

Cuando esto no fue suficiente, se apeló a otros viejos métodos: se intentó desprestigiar al muchacho adjudicándole la condición de homosexual. Apareció de la nada un supuesto noble inglés que ganó la confianza de Kaspar, quien luego desapareció súbitamente, no sin antes servir a esos propósitos.

Y en 1833, se dio el batacazo final.



El 14 de diciembre de ese año, Kaspar Hauser paseaba por los jardines del Palacio de Ansbach en Baviera, cuando fue atacado por una o más personas, quienes le apuñalaron varias veces. Moriría tres días más tarde.

En el lugar del crimen, fue levantado el pilar que se ve en la imagen anterior. Su leyenda es exacta en un cien por ciento:

"Aquí fue asesinado un desconocido por desconocidos"

Se ofreció una recompensa, enorme para la época, a fin de encontrar a los culpables.
Nunca fueron hallados los asesinos, sicarios de un enigma.

domingo, 18 de diciembre de 2011

CÓDIGO DESCIFRADO...TRAS DOSCIENTOS CINCUENTA AÑOS



Lo que se ve en la imagen anterior es un par de páginas del "Copiale Cipher", manuscrito que data del siglo XVIII (para ser más exactos, fue escrito entre 1760 y 1780).

Si les parece rara la escritura empleada, tienen toda la razón: se trata de un texto cifrado, sin espacios, donde se emplean dos alfabetos diferentes, además de símbolos propios. Consta de 105 páginas y, hasta ahora, había eludido prolijamente toda interpretación y descifrado.

Pero tres profesores universitarios se empeñaron en averiguar qué estaba escrito en el Copiale Cipher. Y si bien lo tomaron como "proyecto de fin de semana", finalmente arribaron a un resultado concreto.

Paradójicamente, tanto Kevin Knight (de la Universidad del Sur de California) como Beata Megyesi y Christiane Schaefer (de la Universidad de Uppsala, Suecia) difieren bastante de ser especialistas en criptografía: su campo de estudio es la computación, en particular los algoritmos de traducción de lenguajes.



Según declararon los expertos, la parte más trabajosa de la tarea fue "jugarse" a un idioma concreto en el cual se habría escrito el texto encriptado. Puesto que el Copiale Cipher fue encontrado en Alemania, pensaron acertadamente que el texto original estaría escrito en alemán antiguo. Y así fue.

Ahora bien, me imagino que ustedes (igual que yo) tienen curiosidad por saber qué dice ese texto, qué cosa puede ser  tan importante como para ser codificada de forma tan compleja.
Pues bien, se trata de los rituales, estatutos y referencias de una sociedad secreta.



El Copiale Cipher está estructurado en tres partes. La primera explica los diversos rituales, desde el que se utiliza para recibir a un nuevo candidato hasta los que se emplean para pasaje de grados.
La segunda parte explica un poco las relaciones de esta sociedad secreta con otras existentes, además de explicitar los usos y costumbres de reconocimiento entre sus integrantes.

La tercera parte es la más filosófica: desarrolla los conceptos abstractos que dan razón de ser a esta sociedad secreta, nacida según se dice para "abrir los ojos" de ciertos elegidos.

En todo caso, el tema es muy interesante y, además, podemos decir que deja en evidencia lo poco que se sabe de ciertos grupos ocultos y su influencia en la historia y la sociedad.
Sin ir más lejos, este texto pone en evidencia una sociedad secreta cuya existencia se desconocía y de la cual no se sabe siquiera si existe hasta hoy en día.

Pero su libro-base fue descifrado (250 años después, eso sí).

martes, 6 de diciembre de 2011

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO


Pese a lo que parece, lo que ven en la imagen anterior no se trata de dos personas diferentes, sino de la misma persona con poco tiempo de diferencia entre una foto y otra.

La historia de lo que sucedió entre ambos momentos es, en sí misma, una lección acerca de cómo funciona el mundo: todo es muy bonito, democrático y constitucional hasta que usted se transforma en un sujeto molesto para los poderosos. Y allí su vida no vale nada.

Aleksandr Litvinenko nació en 1962 en lo que entonces era la Unión Soviética. Hizo carrera militar y fue oficial en la KGB, el servicio de inteligencia de su país, continuando la misma cuando las reformas políticas hicieron caer a la U.R.S.S. y el organismo donde trabajaba pasó a llamarse FSB (Servicio de Seguridad Federal).


Entre 1997 y 1998 Litvinenko obtuvo diversos indicios, que luego darían lugar a confirmaciones, acerca de que las principales agencias de combate al crimen en su país tenían estrechos vínculos con la mafia rusa y, peor aún, se estaban llevando a cabo operaciones conjuntas.

Así estaban las cosas cuando el propio Litvinenko recibió una orden bastante tajante de sus superiores: debía llevar a cabo el asesinato de Boris Berezovsky.
¿Quién era el tal Berezovsky? Pues un destacado empresario ruso, millonario por más datos, al cual Litvinenko conocía porque en 1994 le habían enviado a investigar...un intento de asesinato contra el hombre.

Y no es que Litvinenko fuera un ingenuo, pero allí se dio cuenta de cómo estaban funcionando las cosas en el servicio de inteligencia donde trabajaba: se mataba por encargo y, si el plan fallaba, se enviaban "investigadores" para terminar la labor. Todo para favorecer intereses del tráfico de drogas y armamento.


El tipo tomó el camino más difícil y denunció todo en una carta abierta a Vladimir Putin, quien gobernaba Rusia por entonces (1998). El resultado fue la remoción de algunos jefazos y su sustitución por otros. Pero muy pronto Litvinenko comprendió que todo era una cuestión de cambio de nombres y no de actitudes.

Su última jugada fue una entrevista personal con Putin, en la cual le expuso con detalle la situación de corrupción que, a su juicio, reinaba en los servicios secretos y las agencias federales rusas. Además, realizó una conferencia de prensa para dar a conocer los datos.

¿El resultado? Lo echaron del FSB, lo acusaron de diversos cargos y lo detuvieron.



Avivado definitivamente de cómo funcionaban las cosas, Litvinenko aprovechó una fianza que obtuvo y salió del país en forma clandestina con su familia en el año 2000.
Se dirigió primero a Ankara (Turquía), donde solicitó asilo político en la embajada de USA, el cual le fue denegado.

Con el peligro pisándole los talones, compró pasajes en un vuelo Estambul-Londres-Moscú, para hacer ver que volvería a Rusia. Pero ni bien el avión tocó tierra en la escala, solicitó asilo al gobierno del Reino Unido. Esta vez tuvo suerte.

Se convirtió en periodista del Chechenpress, un órgano que abogaba por la separación de Chechenia del gobierno federal ruso. También publicó diversos libros de investigación, donde denunciaba la situación política y económica de Rusia.
Los temas tratados en los libros de Litvinenko dejaban muy mal parado al establishment ruso, cuyos métodos harían parecer a la mafia como un grupo de niños exploradores.

Así fueron las cosas hasta el 1o. de noviembre de 2006,  cuando Litvinenko se sintió enfermo repentinamente y fue hospitalizado. Los médicos estaban bastante confundidos al principio, porque no conseguían hacer un diagnóstico preciso. Pero cuando se apreció el rápido deterioro del paciente y se hicieron pruebas más exhaustivas, se comprobó que había sido envenenado con un isótopo radioactivo.



Primero se pensó que el elemento usado  era talio, pero luego se confirmó que consistía en polonio 210.
Como no se trata precisamente de algo que se consigue en la farmacia más próxima, es fácil comprender que detrás del atentado debe haber una meticulosa planificación y grandes medios.

La reconstrucción de las actividades de Litvinenko apunta a que fue envenenado en un restaurante o en un hotel ese mismo día. Se encontraba investigando el asesinato de una periodista disidente rusa, Anna Politkovskaya (quien fue tiroteada en su apartamento de Moscú, crimen "aún no resuelto" por la Policía).

La agonía duró hasta el 23 de noviembre, fecha en que Litvinenko falleció. Su cuerpo fue enterrado en un ataúd metálico hermético con revestimiento de plomo, dadas las características del caso.

Con el tiempo, la Policía inglesa alegó haber encontrado una tetera con altas lecturas de radioactividad, en el hotel donde Litvinenko solía reunirse con informantes. Diversos indicios apuntaron a un ciudadano ruso cuya extradición fue solicitada...sin éxito.

El fiscal del caso no anduvo con vueltas. En una entrevista de este año afirmó (sin dar nombres directos) lo siguiente:

"Ese caso tenía todas las características de ser una ejecución ordenada por un gobierno extranjero en las calles de Londres."

domingo, 23 de octubre de 2011

SOLDADO UNIVERSAL



Muchas veces, lo que la ficción nos presenta en literatura, cine y TV, tiene oscuras conexiones con hechos de la vida real. Posiblemente piensen ustedes que la ciencia-ficción escapa a la regla, porque trata (o debería tratar, al menos) de temas anticipatorios, pero no siempre es así.

Veamos un caso.

La idea de un soldado universal es, por ejemplo, bastante más antigua que la saga de películas y videojuegos de ese nombre. Por supuesto, no como un grupo de combatientes formado a partir de muertos resucitados, sino como tropas que no sienten la fatiga, realizan mayores esfuerzos, casi no necesitan dormir y, por si fuera poco, son bastante más activos y agresivos que un ser humano común y corriente.

¿Suena loco? No tanto, si pensamos en una "ayudita" bastante insospechada: las metanfetaminas.



Nuestra historia no comienza con algún "dealer" neoyorquino de los años '70 ni con policías encubiertos o cosa por el estilo. En realidad, debemos retroceder hasta el siglo XIX y situarnos en el ambiente más que respetable de los laboratorios farmacéuticos alemanes.

Corría el año 1877 cuando se sintetizó la anfetamina, droga a la cual no se pudo emparejar un uso médico inmediato. Recién en 1920 se hicieron algunos estudios serios sobre posibles aplicaciones en la cura y tratamiento de enfermedades (estudios demasiado optimistas, debemos decir).

La cuestión es que para 1930 la anfetamina se introdujo al mercado de los medicamentos bajo la forma de un inhalador contra la congestión nasal. Y antes del fin de esa década, ya estaba disponible bajo la forma de tabletas.

La metanfetamina, que es mucho más poderosa y encima más sencilla de fabricar, fue sintetizada en laboratorios japoneses en 1919 y, al igual que sucedió con su prima, al principio no se sabía qué hacer con ella. Pero denle un producto a la industria farmacéutica y ellos sabrán en qué emplearlo.

Así fue que nació el ""Pervitin".



¿Y para qué servía el Pervitin? Para nada y para todo. Es decir, no curaba nada específico, pero combatía la fatiga, aumentaba la concentración, prolongaba la jornada quitando el sueño, etc.

Lanzado al mercado en 1938, por la compañía farmacéutica alemana Temmler, pronto gozó de enorme popularidad en ese país. Y el fenómeno llamó la atención del gobierno nazi.
Fue cuestión de tiempo para que las autoridades médicas empezaran a preguntarse qué beneficio podría aportar un "medicamento" así para el esfuerzo bélico alemán.

El primer paso fue la experimentación con estudiantes universitarios voluntarios. Para mediados de 1939, los resultados de los tests ya eran alentadores y el tiempo apremiaba. Alemania invadió Polonia en septiembre y el alto mando consideró que "la droga maravillosa" (como se la llamaba) bien podía distribuirse entre sus tropas.



Al principio, se intentó introducir el producto en forma moderada y meticulosa. Se le suministró a algunos pilotos de combate y conductores de camiones de pertrechos. Obviamente, se pensaba que prolongar el estado de alerta y combatir el sueño eran efectos deseables en esas tareas.

Pero luego todo se desmadró.

La sustancia comenzó a ser demandada por los médicos militares, dado que la tropa les pedía "algo para combatir la fatiga". Fue así que el Pervitin y el Isophan (un similar producido por otro laboratorio) empezaron a llegar a los soldados, bajo el inocuo nombre clave de OBM, con la no menos inocua etiqueta que decía, simplemente, "Estimulante".

En principio, las recomendaciones dadas a los médicos militares por sus superiores, indicaban que la sustancia sólo debía suministrarse "excepcionalmente, ante la necesidad de mantener la vigilia".

Y ahí empezaron a llegar las historias hazañosas.



Tropas que combatían por días enteros sin dormir, infantería que cubría distancias excepcionales sin sentir fatiga, pilotos que realizaban misión tras misión sin perder el estado de alerta. Y lo mejor de todo parecía ser una combinación de mayor agresividad con mejor disposición para aceptar órdenes.

¿Qué puede haber de cierto en esto? Bastante, probablemente. Porque cualquier comandante reportaría gustoso estas hazañas de sus soldados. Aunque luego omitiría, por supuesto, reportar el "bajón" cuando pasa el efecto o la dependencia que notoriamente comenzarían a desarrollar.

Como sea, la cuestión es que millones de comprimidos (millones, literalmente) fueron distribuidos a las tropas alemanas. Naturalmente, cualquier efecto positivo que pueda haber causado el producto en los hombres, pronto fue equilibrado por los efectos negativos.

Pero la búsqueda de la "píldora milagrosa", esa que convirtiera al soldado común en una máquina de matar, no cesaría nunca.

El último intento conocido de los nazis, involucraba un misterioso fármaco en constante desarrollo, conocido con el nombre genérico de "Serie D"



La última composición conocida de la Serie D era un comprimido con cocaína, el infaltable Pervitin y un analgésico derivado de la morfina. A eso se le llamó "D IX"

La única prueba documentada de semejante "bomba química" consistió en tomar cierto número de prisioneros de un campo de concentración, colocarles 20 kilos de peso a las espaldas y hacerlos marchar por espacio de 100 kilómetros sin parar. Luego los médicos nazis se limitarían a informar, con su característica mezcla de sadismo y lenguaje burocrático, que "los resultados fueron superiores a los esperados".

Mientras tanto, los Aliados también usaban "ayudas químicas" para sus tropas. Especialmente, suministraban anfetaminas a las tripulaciones de bombarderos. Con esto combatían la fatiga y la monotonía de vuelos largos, al tiempo que brindaban una falsa sensación de omnipotencia a gente que corría grandes riesgos.



Para cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, muchos ex combatientes regresaron a sus hogares convertidos en adictos. Algunos lo eran a la morfina, que estaba presente en todo campo de batalla y hospital de campaña. Y otros lo fueron a diversas sustancias, que les permitieron dominar el estrés de combate o mantenerse alerta.

¿Qué pasó con los comprimidos "Serie D"?  Nadie lo sabe.
La última noticia oficial sobre ese fármaco data de 1944, cuando un jefazo de la marina nazi remitió un escueto mensaje solicitando se apuraran los resultados de su desarrollo. Pero al parecer, el desembarco de Normandía retrasó por completo esos planes.

De todas formas, al finalizar la guerra, los científicos alemanes involucrados en proyectos secretos fueron "reclutados" por los países vencedores, donde muchos lograron finalizar sus prototipos.

Algo es seguro: los experimentos continuaron. En USA hay un grupo de 35 veteranos de Vietnam que iniciaron una demanda contra su gobierno en 2010, alegando que les suministraron fármacos desconocidos como conejillos de Indias.



Ninguno de ellos sabe lo que les suministraron. Pero todos coinciden en afirmar que, fuese lo que fuese, prácticamente suprimió toda fatiga y hasta la necesidad de dormir, a la vez que los hacía sentir no sólo en alerta constante, sino prácticamente invulnerables.

Pero luego...

Llegó una fase en la cual se volvieron prácticamente locos, oyendo voces que les llamaban, viendo extraños animales que surgían de las paredes y sintiéndose perseguidos por fuerzas desconocidas.
En algunos casos, mucho antes de que los efectos secundarios desaparecieran, ya su vida social, familiar y laboral había quedado destruida.

¿Qué les dieron? ¿El enésimo desarrollo de la Serie D?

sábado, 8 de octubre de 2011

LAS PIEDRAS-GUÍA DE GEORGIA



El  comienzo de un enigma.

Junio de 1979. Ciudad de Elberton (Georgia, USA).

Un viernes de tardecita, el señor Joe Fendley estaba en su oficina. Como presidente de la empresa Elberton Granite Finishing Company, siempre dedicaba ese día para estudiar los informes financieros del negocio.
Ya se habían retirado todos los empleados cuando resultó ser que alguien golpeaba la puerta con insistencia. Y Fendley fue a abrir, ignorando que se iba a encontrar con la tarea más inusual de su vida.

A la puerta se encontraba un caballero muy bien vestido, de mediana edad, que le dijo (en un inglés con acento extranjero) que quería encargar un monumento.
Ante eso, Fendley le explicó que ellos eran una compañía mayorista y que no tomaban ese tipo de trabajos.

Pero el cliente no se desanimó. Comenzó a explicarle a Fendley las medidas del monumento, la cantidad de material necesario y, sobre todo, la precisión con la cual el trabajo debía realizarse. Dijo que, a causa de todo ello, prefería encargar el trabajo a una compañía grande.
Finalmente, Fendley decidió tomar el encargo (negocios son negocios) y preguntó el nombre del cliente. La respuesta fue:

"Me llamo R. C. Christian, pero en realidad represento a un grupo de hombres sabios"

El resultado del minucioso trabajo de la compañía del señor Fendley fue uno de los más enigmáticos monumentos modernos: las piedras-guía de Georgia.



¿En qué consiste?

Es un conjunto de seis planchas de granito que pesan en total más de cien toneladas.
Cuatro planchas de más de seis metros de alto se encuentran en la parte exterior del monumento. Una quinta plancha se sitúa en el centro del conjunto, también en forma vertical. Y a modo de coronación del monumento, una sexta plancha de menor tamaño se halla colocada en forma horizontal sobre él.

Además de eso, hay una losa a pocos metros del conjunto, colocada sobre el terreno. Esa losa contiene algunas explicaciones del esquema del monumento: sus medidas, peso e incluso la orientación astronómica, dado que se ha erigido en base a ciertas especificaciones muy concretas:



Esta losa explicativa nos indica, por ejemplo, que el monumento fue erigido el 22 de marzo de 1980 (lo cual coincide con el equinoccio de primavera en el hemisferio norte). Y también nos indica la función de un agujero existente en el monumento: alinearse con la estrella polar.

Existen otras alineaciones y ciclos astronómicos reflejados en el conjunto, pero lo más sorprendente de él es otra cosa: los diez "mandamientos" que se encuentran tallados en la piedra. No se corresponden con ninguna religión conocida y, hay que decirlo, algunos de ellos son bastante extraños.

Están escritos en ocho idiomas modernos distintos: inglés, ruso, chino, hebreo, swahili, árabe, hindú y, faltaba más, también español.
Veamos la plancha con las correspondientes inscripciones en nuestro idioma:



Ya de entrada podemos ver algo bastante, bastante raro:

"Mantener la Humanidad a menos de 500.000.000 en equilibrio perpetuo con la Naturaleza."

Esto es bastante llamativo, porque significa (palabras más, palabras menos) que habría que eliminar a más del 90 por ciento de la población actual.
Y si seguimos leyendo, la cosa no mejora:

"Guiar sabiamente la reproducción, mejorando la condición y diversidad de la Humanidad"

Como quien dice, esto nos retrotrae a momentos bastante oscuritos de la Historia. Entre los más fervientes partidarios de la eugenesia (que es lo que propone la frasesita) estaban varios de los filósofos de base del nacionalsocialismo.

De ahí para adelante, los "mandamientos" parecen ser bastante inocuos, genéricos, imprecisos y hasta utópicos. Pero con los dos primeros ya me doy por servido para preocuparnos.

¿Quién encargó realmente este monumento y para qué? Esa es una pregunta interesante.
La supuesta identidad de quien realizó los trámites y efectuó los pagos no puede ser más que un seudónimo: "R. C. Christian" no sería otra cosa más que la inversión de "Christian R. C.", es decir, el revés de la identidad con que se firmaba en algunos casos la documentación de los Rosacruces.

Por lo tanto, cabe suponer que los autores intelectuales del conjunto buscan burlarse de los Rosacruces o, directamente, cultivan un parecer diametralmente opuesto al de éstos. Para broma o burla, demasiado cara, así que me quedo con la segunda opción.



Quizás la pista se encuentre en otras inscripciones que se encuentran en el monumento mismo (además de los "mandamientos").
Efectivamente, la plancha horizontal que corona el conjunto muestra en cada una de sus caras la misma inscripción en cuatro idiomas antiguos:

"Dejad que estas piedras sean la guía hacia una Edad de la Razón"

A causa de estas palabras es, precisamente, que todo el conjunto se conoce como "Las Piedras-Guía de Georgia". Y se pueden dar diversas interpretaciones a la mención de una "Edad de la Razón" en el supuesto propósito del monumento:

Podría estar vinculado a una obra de Thomas Paine de igual título y marcado tono anticlerical. Pero también existe un texto de Jean Paul Sartre llamado así, que data de 1945. Sin embargo, la obra de Paine es una exposición filosófica, un tratado deísta, mientras que el texto de Sartre es una ficción (por mucho que Sartre vistiera a sus personajes con su filosofía). Por lo cual veo más chances para que se refieran a Paine y no a Sartre (si es que hay un vínculo).

Como ven, todo el asunto es un misterio. Caro, elaborado y, en algunos puntos, muy pero muy desagradable.

viernes, 15 de julio de 2011

EL INCIDENTE VELA


Entre los múltiples proyectos que el gobierno yanqui llevó a cabo, uno de ellos recibía el nombre de Proyecto Vela. Básicamente, consistía en la implementación de una serie de medidas para detectar explosiones nucleares, ya fuese que ocurrieran en la atmósfera, en tierra o en el subsuelo.

Parte de los instrumentos que se utilizaban para ello eran una serie de satélites equipados a tales efectos. Comprensiblemente, la idea era la detección de las pruebas nucleares soviéticas, pero estaban preparados para alertar sobre cualquier tipo de explosión de magnitud importante.

En esa tarea estaban cuando sucedió algo extraordinario el 22 de septiembre de 1979, algo tan raro que permanece aún en el misterio más absoluto. Y se le conoce como el Incidente Vela.



Todo comenzó cuando el satélite Vela 6911 registó actividad inusual. Pero los operadores en tierra no estaban preparados para lo que vieron a continuación en sus monitores: la doble onda característica de una explosión nuclear en la atmósfera.

Los expertos pusieron manos a la obra y procedieron a analizar los datos obtenidos. El resultado fue concluyente: una explosión de tres kilotones se había llevado a cabo en la baja atmósfera, en un punto aproximado a los 47 grados Sur y 40 grados Este.

El sitio especificado apuntaba a las islas Príncipe Eduardo, que están bajo bandera sudafricana.




Ahora bien, la cuestión que los norteamericanos deseaban averiguar no era sencilla. Sabían que una explosión nuclear se había llevado a cabo, pero ¿se trataba de una prueba o de un accidente?
Y sobre todo, ¿quién era el responsable?

En la ficción, todo resulta sencillo. Basta mandar un agente como James Bond y el tipo en un rato ubica a los culpables, les da una paliza y salva el mundo (y se queda con la chica, claro está).
Pero las tareas de inteligencia en el mundo real no tienen tanto "charme".

Los satélites Vela habían detectado en el correr de los años cuarenta y un explosiones anteriores, de las cuales ya se sabía su origen antes que fueran realizadas o, en su defecto, se confirmó posteriormente sin ninguna dificultad. Pero de ésta no se hacía cargo nadie.

La primer medida que tomaron los jefazos yanquis fue realmente típica: mantuvieron todo en secreto.
Para decirlo de otra manera: si algo se estaba tramando en el mundo, pues que la opinión pública fuese la última en enterarse. Muy tranquilizador, ¿no?

Pasó un mes y no descubrieron nada (ni ellos ni el resto de la OTAN), por lo cual y para evitar que la noticia se filtrase por otros canales, decidieron darla a conocer a través de periodistas "amigos" del Pentágono.
No es que hubieran cambiado de opinión sobre el "secretismo", sino que en ambientes científicos se empezaba a sospechar.


Sucede que el radiotelescopio de Arecibo comenzó a captar inusual actividad en la ionósfera (resultado de la explosión nuclear). Y los equipos científicos que usan hidrófonos (por ejemplo, para detectar tsunamis) también tomaron cuenta de que algo raro había pasado.

¿Y a qué conclusión llegaron los mejores analistas de inteligencia militar? Pues a ninguna.
¿Y los científicos involucrados? Tampoco.

Se manejaron todas las hipótesis posibles, empezando por fallas en el equipo satelital (descartadas cuando otras evidencias comenzaron a llegar).
Si no había sido un error de detección, pues se pasó a la hipótesis natural: uno o más fenómenos naturales que produjeran ese efecto (pero también fue descartado ésto: no se conoce ningún evento natural o combinación de eventos que provoque esas consecuencias).

Al final, después de descartar los accidentes de submarinos o buques militares no identificados, no quedó mucho en la bolsa: lo único posible era un test nuclear cuyos patrocinadores eran desconocidos.
Para que se entienda claramente: los jefazos del Pentágono tuvieron que sentarse ante el presidente yanqui de la época (Carter) y decirle algo así como:


"Che, Jimmy, ¿te comenté que hay gente por ahí probando bombas nucleares y no sabemos quiénes son?"

En fin. Con el paso de los años, la explicación más aceptada es la de una prueba conjunta entre Sudáfrica e Israel. Naturalmente, los que formulan esta hipótesis afirman haber recibido información ultrasecreta, pero en realidad se basan en los dos únicos datos locos que tienen:
  • que las islas cercanas al sitio de la explosión son sudafricanas, y
  • que por esa época Israel estaba haciendo pruebas nucleares secretas
Oficialmente, hasta el día de hoy no se sabe nada en concreto. Es un misterio quién anduvo jugando con explosiones nucleares ese día.

miércoles, 6 de julio de 2011

I WANT YOU (CON SÍFILIS)



Científicos estadounidenses infectaron con sífilis deliberadamente a 700 guatemaltecos , entre los años 1946 y 1948, con la finalidad de investigar la efectividad de la penicilina como cura.
Por supuesto,  ninguno de los afectados tenía conocimiento del "bonito" experimento.

Por pura casualidad se obtuvieron indicios y documentación de dichas prácticas el año pasado, lo cual llevó a los sobrevivientes involucrados a presentar demandas contra el gobierno de USA.

La mayoría de los involuntarios  sujetos de prueba eran personas que se encontraban en orfanatos, hospitales mentales y prisiones por esas fechas. Los directores de ese tipo de centros daban el "visto bueno" a los experimentos simplemente a cambio de equipamiento, lotes de medicamentos y, al menos en un caso, de un cargamento de cigarrillos.

Tales prácticas, pensarán ustedes, nunca habrían tenido el valor de hacerlas los yanquis en su propia tierra. Pero se equivocan, porque ya en los años '30 se hicieron "pruebitas" de esta índole entre los afroamericanos de Tuskegee (Alabama, USA), experimentos que salieron a la luz muchas décadas después y terminaron en una indemnización a los sobrevivientes y familiares.

Por el momento, lo único que ha sucedido en respuesta a los hallazgos de Guatemala es una atropellada disculpa emitida por el (cada vez menos) Premio Nobel de la Paz, don Obama en persona, y su (cada vez más) lamentable Secretaria de Estado, doña Clinton.

Para peor, son tan patéticos que el texto de la declaración, dirigido al presidente de Guatemala, pedía disculpas al pueblo guatemalteco y "a los hispanos residentes en Estados Unidos".

¿Miedo a perder votos entre los latinos? 

sábado, 18 de junio de 2011

UNA FARSA QUE EMPEZÓ CON UN BISTURÍ


Hoy en día estamos plenamente acostumbrados a las cirugías estéticas. Estrellas y estrellitas desfilan por docenas en los medios masivos, generalmente desmintiendo haber pasado por quirófano alguno, pero luciendo nuevos aditamentos a su anatomía: labios, pómulos, pechos y todo lo que pueda imaginarse.

Pero las cirugías estéticas también conocieron otras épocas, donde no eran tan comunes como para transformarse en regalo de cumpleaños para jovencitas o panacea contra la edad para veteranitas.
Hubo tiempos donde se llevaban a cabo principalmente para reparar secuelas de accidentes o, como veremos, para asumir identidades ajenas.


La historia que les traigo comienza en los años '40 del siglo pasado, en la principal clínica de cirugía plástica de Berlín. El doctor Zeitfeld es su director y uno de sus hijos es cirujano en ella. Su otra hija, Magda Zeitfeld, también es médica pero ha elegido una carrera bastante más riesgosa: trabaja para el servicio secreto nazi.

Como el doctor Zeitfeld es simpatizante del régimen, su clínica prospera. Además, nunca faltan clientes en medio de una guerra. Hay familias adineradas con parientes que han sufrido heridas deformantes, situaciones que esa clínica (pionera en la utilización de prótesis faciales hechas de materiales especiales) puede corregir.

Pero en 1943 se internaron tres pacientes bastante especiales: ya arribaron con vendajes que les cubrían por completo la cabeza, si bien no tenían signos de herida alguna. Y se trataba de un asunto oficial, pues llegaron con protección y custodia de militares de la SS.

¿En qué consistieron las operaciones llevadas a cabo? Nadie lo sabe con certeza: por primera vez en la historia de la clínica, no se guardaron registros médicos ni constancias de esas tres intervenciones. Y las cirugías fueron llevadas a cabo personalmente por los Zeitfeld, padre e hijo.


Todo hubiera quedado en una anécdota menor, si no fuera por algo inesperado que sucedió: semanas después de las operaciones, cuando los pacientes ya habían sido dados de alta, la clínica fue asaltada y los delincuentes (que nunca fueron ubicados) mataron a todo el personal, incluídos el doctor Zeitfeld y su hijo.

Cuando Magda Zeitfeld supo la noticia, comenzó a especular las causas. En la clínica no había mayormente dinero, pues los pagos y cobros se efectuaban mediante transacciones bancarias. Los anestésicos y medicamentos aún no eran tan escasos como para ser valiosos. Y en todo caso, las penas por robo y por homicidio eran muy distintas entre sí como para que unos ladrones se convirtieran en asesinos.

Como agente secreto, Magda estaba entrenada para encontrar la verdad en medio de las apariencias. Y movió sus hilos y contactos pacientemente. Al final, vino a descubrir que la masacre de la clínica había sido resultado de una operación de la SS para encubrir todo lo relativo a los tres pacientes misteriosos.

¿Y quiénes eran los pacientes? Tres "dobles" operados para suplantar a Hitler.



Por mucho que Magda Zeitfeld quisiera vengarse, le era imposible llegar a los culpables, pues se hallaban entre los personajes más poderosos de la Alemania del momento. Pero precisamente por eso, la espía reevaluó todas sus lealtades y comenzó a trabajar para el servicio secreto inglés, convirtiéndose en una doble agente.

Los ingleses ya sospechaban que Hitler utilizaba dobles, principalmente para las ocasiones públicas donde no era necesario que hiciera discursos. Pero comenzaron a preguntarse para qué más planeaba usarlos, si el asunto era tan secreto y delicado como para matar a todos los implicados.

Investigando un poco más, los británicos llegaron a saber de la existencia segura de por lo menos dos dobles del dictador nazi. Uno de ellos era un actor, de nombre Andreas Kronstaed, que tenía un notable parecido físico con Hitler. El otro, según los investigadores, había surgido por mera casualidad.

Ferdinand Beisel era un nazi convencido. Se había afiliado al movimiento e integró las SA (formaciones paramilitares) desde un principio. Para entretener a sus compañeros en el cuartel, no encontró mejor cosa que imitar a Hitler, acto que llevó casi a la perfección con todos los detalles (gestos, peinado, bigote, impostación de voz) y una semejanza física llamativa.

Pero no eran tiempos como para hacer imitaciones graciosas del jefazo nazi, por lo cual fue denunciado y muy pronto detenido por la Gestapo (policía política), encontrándose con un futuro no muy auspicioso ante sí. Podían haberlo ejecutado, pero alguien encontró útil el acto cómico de Beisel y lo reclutó como doble.

¿Para qué los querían, al punto de operarlos para convertirlos casi en "clones"? La respuesta probablemente haya surgido en 1945:



El mes es abril y el lugar es, nuevamente, Berlín. Pero ahora se trata de una ciudad irreconocible para cualquiera. Casi todo lo que puede verse son edificios en ruinas, trincheras improvisadas y calles repletas de cráteres de bombas.

Los combates entre tropas rusas y nazis se llevan a cabo por todas partes. El nivel de violencia y destrucción empleado por ambos bandos no tiene parangón. Al final, todo concluye con la caída de la ciudad y la rendición completa de Alemania. La guerra en Europa ha terminado.



Cuando los rusos se hacen cargo de la situación, encuentran un búnker subterráneo cuya existencia desconocían. Visto que parece ser el último refugio de la cúpula nazi, es de máximo interés revisarlo a conciencia. Stalin ordena entonces que el contraespionaje militar se encargue de la tarea y, sobre todo, les encarga una misión primordial: averiguar qué sucedió con Hitler.

En tren de resolver ese rompecabezas, no se escatiman medios. Se detiene a unas ochocientas personas que, directa o indirectamente, pueden aportar información. Desde los dentistas y médicos de Hitler hasta los choferes y ayudantes. Desde los generales que estaban en el búnker hasta las cocineras.

Empiezan a surgir datos y se van reconstruyendo las situaciones. Se excava por aquí y por allá, encontrando incluso algún cadáver que "sin duda"  es el del dictador.


Al final, las versiones que se obtienen son contradictorias y los cadáveres (más de un candidato) no concuerdan. Los rusos pierden la poca paciencia que ya tenían y varios de los detenidos se convierten en prisioneros. Muchos de ellos pasarían una década en la cárcel y de otros no se volvió a saber nunca más.

Entretanto, los británicos mandaron a un oficial (Hugh Trevor Roper) a investigar y el hombre, en tiempo récord, concluyó que Hitler se había suicidado en el búnker. Al menos, eso era lo que decían los pocos testigos (por más señas, indirectos) que hablaron con Roper (que por supuesto nunca pudo interrogar a los que estaban en cárceles rusas).

Conclusión: Stalin quedó hecho un ají picante y mantuvo hasta el final de sus días que Hitler se le había escapado.
Pero tras la muerte de Stalin en 1953, vino en la URSS una época donde prácticamente se negó validez a todo lo que éste dijo e hizo, de modo que poco a poco fue ganando terreno la "versión oficial" de los libros de Historia occidentales, con Hitler suicidándose el 30 de abril de 1945.

Y la única "prueba concluyente" del suicidio la tenían justamente los soviéticos: un trozo de cráneo que los forenses rusos dictaminaron perteneciente a Hitler (aunque Stalin no les creyó nada):


Lo que trajo de nuevo a la palestra todo este asunto es que, hace poco, un equipo científico de la Universidad de Conneticut fue autorizado a examinar el trozo de cráneo. Y concluyeron que no perteneció ni remotamente a un hombre de 56 años (caso de Hitler), sino a una mujer joven de entre 20 y 40 años de edad.
Por tanto, las hipótesis de una fuga de Hitler y su posterior asilo clandestino en España o Argentina, han cobrado validez nuevamente.

Para los libros de Historia, nada cambiará. Tampoco puede Stalin levantarse de su tumba y mostrar el dedo del medio a sus expertos.
Sólo queda el misterio de una siniestra y bien armada farsa, que empezó con un bisturí.