domingo, 17 de octubre de 2010

DISPARANDO LA LOCURA


"The deer hunter" ("El francotirador", por estos pagos) es un memorable film del año 1978.
Dirigido por Michael Ciminio, este drama de tono bélico contó con un elenco increíble: Robert De Niro, Chistopher Walken, Meryl Streep, John Savage y varios otros actores de primera línea.

Por supuesto que lo recomiendo si aún no lo vieron, pero aquí vamos a referirnos a otro aspecto del film: una leyenda urbana.
De acuerdo a lo que se dice, la exhibición de la película desató una serie de suicidios. Veamos primero cuál pudo ser el origen de este rumor.

La trama del argumento gira alrededor de la vida de varios amigos, algunos de los cuales se enlistan para la guerra de Vietnam.
Una vez allí, tres de ellos son capturados y sometidos a un extraño método de ejecución: mientras sus captores apuestan dinero, los prisioneros son obligados a enfrentarse en un juego de ruleta rusa.


Si bien logran escapar, la psiquis de uno de los involucrados es afectada profundamente. Termina por incorporarse a un equipo de "jugadores de ruleta rusa" que buscan ganar dinero y vivir lo más que puedan en el proceso, mientras las apuestas clandestinas cambian de mano.

En base a lo dicho es que pronto comenzó a circular el rumor de los suicidios provocados por la película.
¿Hay algo de cierto en ello?
Lamentablemente, sí.


Ya en 1979, el New York Times informaba de un episodio en Oklahoma, en el cual un hombre murió al dispararse en un juego de ruleta rusa que le enfrentaba con otros dos.

En 1980 fueron varios los casos, entre ellos uno que se llevó la vida de un chico de apenas dieciséis años.

Y para 1981 el número creció en forma alarmante, incluyendo algunos sucesos que hicieron sospechar a la Policía que había apuestas clandestinas de por medio. Cosa que nunca pudo ser dilucidada.

Luego, todo se tranquilizó y nunca más se habló del asunto. Por lo menos hasta el año 2000, cuando dos adolescentes en Milwaukee intentaron "recrear" la escena de la ruleta rusa y uno de ellos terminó muerto.

Una vez más, la realidad superó a la ficción.

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