lunes, 7 de noviembre de 2011

NAUFRAGOS DEL TIEMPO



1943 no era un buen año para andar navegando por el Pacífico. Las acciones de la Segunda Guerra Mundial estaban en pleno desarrollo.
Como suele suceder, las grandes batallas pasaron a los libros de Historia, mientras que los episodios pequeños sólo encontraron cabida en algunas notas de prensa de tono anecdótico.

Precisamente, lo que les voy a contar a continuación es uno de esos hechos minúsculos, tan inusual que encuentra cabida en este blog de cosas raras. A falta de un nombre, el episodio podría titularse como un encuentro con tres náufragos del tiempo.

Nuestra historia empieza entonces en 1943 y transcurre en una zona próxima al archipiélago Bismarck (al noroeste de Nueva Guinea), donde un grupo de tres lanchas torpederas norteamericanas se encuentra patrullando.



Recorren las islas volcánicas de la zona, buscando indicios de la presencia japonesa y tomando nota de las zonas minadas. El comandante de la patrulla es un oficial llamado James Myers.

Ya cortos de combustible, están casi al límite de su rango de acción cuando un marinero da el alerta: parece haber presencia humana en una pequeña playa de una islita sin nombre. Todo el mundo ocupa sus puestos de combate y se prepara para la acción. Myers toma sus binoculares y se lleva una sorpresa: dos hombres agitan sus brazos para llamar la atención de la flotilla, mientras un tercero intenta usar un espejito para hacer señales.

No son japoneses. Se trata de dos hombres blancos y un nativo. Myers da las órdenes pertinentes para que su lancha se aproxime y usa una balsa de desembarco, mientras que las otras dos torpederas se mantienen alerta.
Debe proceder con cautela, pues los japoneses han usado prisioneros para atraer rescates y atacar a quienes acuden.



Finalmente, entre señas y gritos, los hombres de la playa les han indicado el camino menos peligroso para llegar a la costa.
Myers desembarca con su pequeña dotación y es entonces cuando uno de los hombres blancos se adelanta y le tiende la mano. Hablando en inglés, se presenta como Ben Patterson, de nacionalidad británica.

Acto seguido, Ben presenta a sus compañeros: un francés de apellido Lafaye y un nativo al que simplemente apodan "Doug". El británico afirma ser el capitán de un buque pesquero, el "Rabaul King", habiendo naufragado tras chocar contra un arrecife.

Si han podido subsistir, ha sido gracias a la pesca, los frutos naturales y la inesperada presencia de cabras en la isla, quizás dejadas allí por alguna expedición. El agua no es un problema, pues existe una laguna interior de agua dulce.

La conversación es interesante, pero en medio de ella surge el peligro. Se divisa un aeroplano lejanísimo, que los binoculares de Myers pronto identifican como un Mitsubishi Ki-15, avión de reconocimiento japonés.



Myers no sabe si la tripulación del aparato ha visto o no su flotilla. De todas formas, no puede arriesgarse: toma la decisión de volver a la lancha torpedera y retirarse. Por supuesto, pretende incluir también a los náufragos en su regreso a la base.

Pero se encuentra con una sorpresa: los tres le dicen que se quedarán en la isla.

En particular el capitán Ben le explica a Myers que, si les hicieron señas para que desembarcaran, fue sólo para advertirles de un peligro: un grupo de destructores japoneses estaba en la zona y la dirección que llevaban las tres lanchas torpederas les hubiera hecho ir directo a ellos.

"¿Puedo hacer algo por usted?", alcanzó a decir Myers.

"Llévele esta carta a mi esposa, que está en Brisbane", contestó el capitán Ben.

Myers se retiró a toda prisa y transmitió la posible posición del grupo enemigo. Al regresar a la base, su superior le confirmó que habían localizado siete destructores japoneses en el rumbo informado por los náufragos.

"De buena se salvó al tener esa información", le comentó el comandante.



Y era cierto, porque la potencia de fuego de siete destructores habría sido mortal para la flotilla de lanchas.

La guerra es la guerra y aún tenía reservadas varias vicisitudes peligrosas para Myers. Pero ninguna tan terrible como aquella de la cual fue advertido por tres náufragos.
Decidió que, apenas pudiera, localizaría a la esposa de Ben Patterson y entregaría la carta personalmente, además de ocuparse de que una nueva partida de desembarco acudiera a la isla.

Pero su misión tuvo que esperar tres años para poder llevarse a cabo. Recién entonces fue que, ya con la guerra finalizada, las aguas del Pacífico fueron seguras para la navegación civil. Allí fue cuando Myers rentó un pequeño navío, con la idea de regresar a la islita de los náufragos.
Nunca pudo ubicarla, pese a que realizó tres viajes.



La explicación más plausible fue que, siendo una isla volcánica, quizás hubiera desaparecido por motivos naturales, erupciones submarinas o lo que fuera.

El siguiente paso de Myers fue acudir a Brisbane y tratar de ubicar un domicilio de Ben Patterson.
La capitanía del puerto le pareció una buena opción para empezar, dado que llevaba registros fiables de buques y tripulaciones. Además, la presencia de un amigo en esas oficinas le facilitaría las cosas.

Sin embargo, los datos aportados por el amigo de Myers fueron desconcertantes. El único buque desaparecido de nombre "Rabaul King" se había hecho a la mar por última vez en 1901, o sea, cuarenta y cinco años atrás. Su capitán era Benjamin (Ben) Patterson, oriundo de Gran Bretaña, nacido en 1861.

Pero el Ben Patterson que vio Myers no era, precisamente, un hombre octogenario.
¿Entonces?
Aún quedaba una posibilidad de averiguar la verdad: una dirección en las afueras de Brisbane.



Durante la guerra, Brisbane había sido importante base aliada. Esto había traído consecuencias indeseables: superpoblación, cierre de escuelas, aumento del crimen, desplazamiento de los civiles hacia lugares más tranquilos, etc.

Myers no tenía demasiadas esperanzas, pero acudió a la dirección con la carta encomendada.
Quedó petrificado cuando fue atendido en la puerta por un hombre muy parecido, en aspecto y en edad, al náufrago Ben Patterson. Pero no era él.

Entrecortado, Myers explicó el propósito de su visita al hombre, que no pareció sorprenderse en absoluto. Por el contrario, le hizo pasar y, acto seguido, trajo a su presencia a la esposa de Ben Patterson, que era una señora de unos ochenta años.

"Mamá, este es el señor Myers y trae otra carta de papá", dijo el hombre con total naturalidad.

Y acto seguido, le explicó al boquiabierto Myers la increíble situación.



Ben Patterson había desaparecido en 1901, estando embarazada su esposa. Capitaneaba el buque "Rabaul King", en el cual tanto el francés Lafaye como el nativo Doug eran parte de la tripulación.

Todas las búsquedas del barco o de posibles supervivientes de un naufragio habían fracasado.  Pero el tiempo pasó y un día de 1905 apareció una persona que traía una carta de Ben para su esposa.

El portador de la misiva navegaba un pequeño yate y al pasar cerca de una isla que no estaba en su mapa, notó que tres hombres le pedían que se acercara a la costa mediante señales y gritos. Al acortar la distancia, le dijeron que guareciera su yate en una bahía de la isla, pues se aproximaba una terrible tormenta.
Un poco incrédulo, lo hizo de todas maneras y esto fue su salvación, pues efectivamente se desató una  tempestad, que  habría hundido su embarcación en caso de hallarse en alta mar.
Pasado el mal tiempo, se ofreció a llevar a los tres hombres de regreso con él, pero estos declinaron volver. Y uno de ellos le pidió que llevara esa carta.

Con los años, la escena se repitió una y otra vez. Una o varias personas eran salvadas de un peligro inminente que no conocían, al acudir a la isla ante las señas y gritos de los náufragos. Y luego se les pedía que trajeran una carta.

La señora Patterson, si al principio no había entendido los motivos que tuviera su esposo para permanecer en esa isla, pronto comprendió que se trataba de un hecho sobrenatural. Los años pasaban, pero cada portador de una misiva había visto a un Ben Patterson que no avanzaba en edad. Y cada carta, a la vez que transmitía un mensaje de amor para la señora Patterson y su hijo, aclaraba que Ben no podía regresar pues tenía "una misión de ayuda al prójimo que cumplir".

La señora Patterson fallecería en 1949, tras recibir 62 cartas de su esposo "desaparecido" en 1901, siempre traídas por personas que habían sido salvadas de un peligro inminente.
¿Salvadas por quién? Por tres náufragos del tiempo.

La historia se conoció cuando James Myers publicó un libro contando sus anécdotas de guerra. La obra pasó sin pena ni gloria por las librerías, pues corrían tiempos donde todo el mundo quería olvidarse de la guerra. En cuanto a la prensa australiana, el episodio de los náufragos y las cartas mereció una nota de muy breve extensión, donde fue catalogado como "cuentos de viejas".

Pero en este blog le damos crédito.

8 comentarios:

El radioaficionado dijo...

Seguramente tenían la "Police Box" escondida detrás de alguna palmera...

Bruno Azrael dijo...

Ya sabemos de donde se inspiro lost.
Es parecido a la historia de las mitologicas sirenas de las islas mediterraenas, solo que al reves, mientras las sirenas hacian que los barcos naufragasen con su canto cautivador, estos tres hombres en cambio los salvaban gracias a sus avisos.
muy interesante la historia.
un abrazo
Azra

pelado1961 dijo...

Radioaficionado:

Esa es una posibilidad: la "Tardis" esperando, jajjajaja.

Saludos.

pelado1961 dijo...

Azra:

Cierto, muy cierto lo que decís.
Fueron como sirenas al revés, ayudando a los navegantes.
Todo un misterio, ¿no?

Va un abrazo.

Rosa dijo...

Hola pelado, pásate por mi blog, tengo algo para ti si lo deseas.
Interesantes y misteriosas historias, como siempre.
Besitos.

pelado1961 dijo...

Estoy yendo para allí, Rosa.

Renata dijo...

wow, buenísima historia...habrá que ver qué fue de esas cartas y hasta hacer alguna prueba de caligrafía o algo así.

pelado1961 dijo...

Renata:

Supongo que los descendientes conservan las cartas.
El problema es que los escépticos siempre van a decir que se trata de cartas escritas con anterioridad (con fechas falsas).
Esto quedará en el misterio.

Beso.