viernes, 3 de junio de 2011

LA CUEVA SECRETA DE LA CASCADA



Extraño destino el de América, que parece permanentemente condenada a "no existir" hasta que la "descubre" un europeo. Así pasó una vez más, esta vez con la Cascada de Gocta, que un explorador alemán (Stefan Ziemendorff) "descubrió" en Perú en el año 2006

Fiel a la Ciencia, el germano no se contentó con contemplarla, sino que también la midió. Y para su sorpresa, resultó que la cascada era la tercera del mundo por su longitud de caída (detrás del "Salto del ángel" en Venezuela y de  "Tugela falls" en Sudáfrica).

Para los lugareños, que conocen la cascada desde siempre (y que presumiblemente se niegan a pensar que ahora, por haberla visto un explorador alemán, tenga más existencia que antes), nada ha cambiado. A lo sumo, se preguntarán si el intrépido Stefan no correrá la misma suerte que Juan Mendoza.



Cuentan los viejos de la zona que Juan Mendoza era un campesino que vivía en las inmediaciones de la cascada. Hombre ambicioso, pero poco afecto al trabajo (mala combinación), Juan había oído aquí y allá de la existencia de un gran tesoro en las cercanías.

Las historias ancestrales hablaban de una monumental vasija de oro, tan grande que no podía ser transportada ni con ayuda de animales. Y para mejor, la vasija estaba repleta de joyas y piedras preciosas. No parece poca cosa.

Tarde tras tarde, Juan rumiaba sobre el tema en sus pensamientos ociosos. Noche tras noche, intentaba atraerse la confianza de los ancianos para que le dieran datos más precisos. Al final, logró emborrachar a uno de ellos y le sonsacó la ubicación del tesoro, en una cueva detrás de la cascada. Pero también el anciano le dijo que una sirena vivía en la cueva y a ella pertenecía todo.


No es que fuera sencillo llegar a esa cueva secreta, pero la recompensa era suficiente aliciente para Juan. Sólo esperaba que no fuera todo un delirio de borracho, pues esa historia de la sirena ya se pasaba de la raya.

Al día siguiente, sin apenas dormir de pura ansiedad, se encaminó al lugar. Y encontró la cueva, pero más oscura y profunda de lo que había esperado. Ayudándose de sogas, las mismas que le permitieron llegar a la cueva por la pared rocosa, ahora se adentraba en la negra pendiente que presentaba el lugar secreto.

Para su sorpresa, tras mucho recorrer distinguió una luz a lo lejos. ¿Sería una jugarreta de su vista cansada? No, pues se trataba de una luz cada vez más clara a medida que avanzaba. Y finalmente llegó a una especie de claro alumbrado por una misteriosa luz, que refulgía en miles y miles de agujas de cuarzo que había en el lugar.

Y todo era cierto: en medio del claro, una laguna. Y en la laguna, una sirena que reposaba en una roca sobresaliente. Misma roca donde se asentaba la vasija más grande que Juan había visto en su vida, de oro puro, rebosante de joyas por doquier.

Ya seguro de su triunfo, Juan se lanzó a la laguna y nadó hasta la roca con la energía que le dio su ambición desmedida. Asió con sus brazos, que no alcanzaban a rodearla, la vasija. Y cuando tiró de ella para levantarla..... no se movió ni un milímetro.
No importaba. Juan había sido previsor y portaba un morral que le permitiría cargar joyas y piedras preciosas. Ya luego volvería por la vasija, pensó.

Y no tuvo tiempo de pensar más.

Levantó los ojos hacia la sirena y notó que ésta tenía la vista clavada en un punto detrás de él. Y cuando giró la cabeza, vio que los miles de agujas de cuarzo se habían vuelto serpientes, blancas y enormes serpientes que le esperaban amenazantes en la orilla. Estaba sitiado, inmovilizado por un ejército de serpientes. Y allí quedó para siempre, pues nunca se le volvió a ver.



La leyenda de la cueva, la vasija de oro, la sirena y las serpientes, es muy anterior a los tiempos de Juan Mendoza (que vivió en el siglo XIX) y de los ancianos a los que quiso sonsacar información.
Así lo testimonian, como se puede ver en la imagen anterior, las piedras donde están representadas serpientes, que provienen de Kuelap, sitio arqueológico relativamente cercano a la cascada.

La historia estaba presente en la mitología de los chapapoyas, pueblo nativo muy anterior  a los incas (cuyo enclave fortificado en Kuelap les sirvió precisamente  para  repeler a esos conquistadores).

De acuerdo a la leyenda, fueron varios los hombres que cometieron el error que luego padecería Juan Mendoza. No se han conservado sus nombres, pero sí existen  antiquísimas estatuas que les recuerdan, una por cada uno:


Estas estatuas se encuentran a la entrada de enterramientos chapapoyas,  como si los representados estuvieran  en un punto de espera, sin poder irse.

Al día de hoy, la cascada de Gocta es un sitio turístico de poca infraestructura. Y quizás sea mejor así.
No sea cosa que empiecen a aumentar los visitantes que desaparecen por ir tras una vasija de oro.

9 comentarios:

Ferchu dijo...

Opiti, ya tengo la solucion para desacerme de mi jefe, pero seguro que tengo tanta mala suerte que me llama a mi para que lo ayude, mejor dejala ahi.
Linda historioa Pelado

Anónimo dijo...

Linda leyenda y con su respectiva moraleja que en como casi todos los pueblos del mundo las tienen.
Pregunto no?... Habrá por estos Lares alguna cuevita? Y si la hay, alcanzará pá todos los que deseo e invite a que vayan? Yo ni pruebo! Prefiero jugar al 5 de Oro contra toda probabilidad que algún día se dé! Jojo!

Saludos.

Daniel Ito.-

pelado1961 dijo...

Epa, epa, aflojen que yo también tengo mi listita de gente para que desaparezca en la cueva.
Si seguimos así, vamos a tener que conseguir flor de caverna para meter a todos los imbancables, jajajajaja

Rosa dijo...

Que bién narras, podía ver a la vez que leer a la sirena y la cara de estupor de Juan al ver las serpientes de cuarzo y su fín.

pelado1961 dijo...

Gracias, Rosa, es muy amable tu comentario.
Me alegro que el post te haya gustado.

Saludos.

Mariolo dijo...

Muy buena leyenda. Estas estatuas en la puerta hasta te hacen pensar "pucha, ¿será verdad?"

pelado1961 dijo...

Las figuras dan motivo para pensar, no cabe duda, Mariolo.
Algo de cierto debe encerrar la leyenda.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me parece....... que no nos van a alcanzar las serpientes de cuarzo je.
Un abrazo
Azra

pelado1961 dijo...

Y se nos va a llenar todo de estatuas, por todos lados, jaajaja