miércoles, 11 de agosto de 2010

EL SUEÑO DE CUNNINGHAM


Anna Seward fue una poetisa inglesa nacida en 1747. Se destacó en una época donde la mujer aún no había logrado reconocimiento alguno en general y el papel femenino en la sociedad era extremadamente restringido. Pero hoy no vamos a hablar de eso, sino de una anécdota que le ocurrió y le impresionó lo suficiente como para dejarla por escrito.

Sucedió en el año 1774 en la localidad de Lichfield, donde vivía Anna.

La poetisa había quedado en encontrarse con dos amigos en un punto de la ciudad. Mientras éstos la esperaban, para matar el tiempo uno de ellos (de apellido Cunningham) le contó al otro un extraño sueño que había tenido la noche anterior.
Primeramente, soñó con un jinete que era detenido por tres personas armadas, que le obligaron a desmontar y registraron sus pertenencias, encontrando un manojo de papeles escondido en una de sus botas.
Acto seguido, en su sueño vio que el jinete pendía de una horca.

Se había despertado sobresaltado, como es lógico, pero juraba que había visto perfectamente las facciones del jinete ahorcado.
"Por fortuna, no se trata de nadie que conozcamos", terminó por decirle al amigo.

Y en eso llegó Anna, acompañada de cierto caballero:



El acompañante era John André, un joven oficial del ejército británico que estaba a punto de viajar para América, a fin de incorporarse a su regimiento.
Cunningham quedó entrecortado cuando se hicieron las presentaciones, pero lo disimuló lo mejor que pudo.

Pero apenas el oficial continuó su camino luego de despedirse, Cunningham comunicó a su amigo que John André era el hombre que había visto en sueños, procediendo a contar todo el episodio también a Anna Seward.
La anécdota llamó mucho la atención, pero quedó simplemente como una historia extraña y nada más.

Sin embargo, el tiempo transcurrió y las tropas inglesas en América del Norte se vieron envueltas en un suceso mayúsculo: la revolución de las colonias norteamericanas.



Para 1779, John André ya tenía el rango de mayor y estaba a cargo del servicio de inteligencia británico. Y en el año 1780, como parte de su trabajo, contactó a Benedict Arnold (famoso traidor a la causa revolucionaria) para que éste facilitara la toma del fuerte de West Point a cambio de dinero.

El traidor le facilitó a André los planos del fuerte, además del diseño de una estrategia para atacarlo en sus puntos débiles.
Una vez que tuvo los papeles en su poder, el oficial británico emprendió el camino de vuelta a sus propias líneas, vestido como un civil y portando una identidad falsa. Partió montado a caballo.
Todo parecía ir de acuerdo con sus planes, hasta que se aproximó a Tarrytown, ya bastante cerca de su destino.

Tres milicianos armados pararon al jinete.

Revisaron sus ropas y pertenencias, encontrando en una de sus botas los papeles incriminatorios.



Los milicianos comprendieron que el hombre era un espía inglés y le hicieron prisionero, entregándolo para que fuera juzgado.
De acuerdo a las leyes militares imperantes en la época, fue condenado a la horca.


Cuando las noticias de su desgracia llegaron a Inglaterra, Anna Seward y sus amigos fueron los más sorprendidos: el sueño de Cunningham se había hecho realidad hasta en los menores detalles.

4 comentarios:

Mariolo dijo...

Ah, pelado ... si soñás que aun pelado le pasa algo malo, fijate bien, seguro no soy yo, volvelo a soñar, mira que no ....

La pucha, hablando en serio, que sucedan estás premoniciones y tal cual se soñó

pelado1961 dijo...

Este suceso tuvo demasiados detalles como para ser una "casualidad".
Da que pensar, ¿no?

Va un abrazo.

Don Ferchu del Bolso y Aguada dijo...

Hay sueños que son muy especiales que no se develan con el divan.

pelado1961 dijo...

Cierto, Ferchu. Y creo que éste era uno de esos sueños especiales (si no, que le digan a John André)

Saludos.