martes, 10 de marzo de 2009

MAS INTREPIDO QUE INDIANA JONES


El hombre alto y de mirada penetrante que se ve en la imagen anterior es Percy Harrison Fawcett. Nació en 1867 y se enroló muy joven en el ejército inglés, donde alcanzaría el grado de coronel. A lo largo de los años estuvo destacado en Ceilán, el norte de Africa, la isla de Malta, Hong Kong, Ceilán otra vez y, finalmente, Irlanda.

Hombre curioso y de intelecto inquieto, se interesó por la arqueología y realizó diversas expediciones personales en los lugares donde estuvo destacado como militar.
Conocedor de su afición, un amigo (el escritor H. Rider Haggard) le regaló una estatuilla de basalto, que representaba a un sacerdote egipcio. Curiosamente, la persona que había vendido la estatuilla a Haggard le dijo que había sido encontrada en una excavación en Brasil.

El asunto intrigó sobremanera a Fawcett, que comenzó a investigar por su cuenta. Así llegó a determinar que la mayoría de los símbolos que mostraba la estatuilla, estaban presentes en diversas piezas cerámicas prehistóricas, procedentes de apartadas zonas en Brasil.



El tema hubiera quedado en punto muerto, de no ser por dos hechos que ocurrieron.

El primero de ellos fue el llamado que recibió Fawcett, ya licenciado del ejército, para unirse a una expedición oficial cuya finalidad era demarcar las fronteras entre Brasil y Bolivia. Lo segundo surgió de algo que el explorador había aprendido durante su estancia en Asia: hizo que un monje con dotes de psicometría analizara la estatuilla.

La historia que el monje contó acerca de las impresiones que emanaban del objeto, señalaba que procedía de una ciudad oculta en la selva de Brasil. Fawcett quedó sumamente impresionado porque nunca le había mencionado el supuesto origen de la pieza y decidió llegar a la verdad por sí mismo.

De esa forma, una vez que cumplió el encargo para el cual fue contratado por el gobierno boliviano, procedió a realizar una extensa investigación sobre las ciudades perdidas en las selvas sudamericanas. Y de allí pasó a reunir financiación, personal y elementos para lanzar una serie de expediciones: siete en total, entre 1906 y 1925.



Sus primeros objetivos de exploración se encontraban en el estado de Bahía, pero no tuvo éxito en esa zona. Lejos de desanimarse, Fawcett investigó más a fondo y una tarde encontró un polvoriento y maltratado documento antiguo en la Biblioteca Pública de Río de Janeiro.

Ese documento sin nombre, que en todos sus escritos aparece codificado como "documento 512", mencionaba la localización aproximada de una antigua ciudad no identificada en el estado de Mato Grosso. Lo curioso es que concordaba con un mapa antiguo que había llegado a manos de Fawcett independientemente.

El coronel decidió entonces continuar sus pesquisas y arribó a sorprendentes conclusiones, que vinculaban la ciudad no identificada con una civilización no menos enigmática: los atlantes.
Formó entonces una pequeña expedición, de la cual participó su hijo Jack y un amigo de éste llamado Raleigh Rimmel, contando además con porteadores y guías.

En marzo de 1925 salieron de Cuiabá y se dirigieron a Bacairí, un minúsculo campamento del Servicio de Protección Indígena (organismo gubernamental), el cual hallaron vacío. A partir de allí, continuaron marchando hasta un punto que denominaron "Campo do cavalo morto", nombre ficticio que Fawcett inventó para evitar dar pistas a los infaltables buscadores de tesoros.

Como sea, ese fue el último punto de contacto que los expedicionarios tuvieron con el mundo. Lo mencionado hasta aquí, se sabe por una carta que Jack Fawcett escribió a su madre y que hizo llegar, mediante nativos, a un pequeño poblado que contaba con correo.

Indicó, además, que al día siguiente se internarían en la selva profunda y que contaban con indicios firmes que les permitirían hallar la "ciudad Z" (otro código del coronel).

Nunca más serían vistos.



¿Qué destino tuvo el coronel Fawcett y su expedición?

En 1928 se organizó una expedición de nacionalidad estadounidense, con gran parafernalia, comandada por George Dyott. Se esperaba que sus progresos diarios fueran expuestos en la prensa escrita de USA, que había aportado financiación. Pero resultó un fracaso: Dyott no encontró nada y se limitó a especular con la posible muerte de Fawcett a manos de indígenas.

En 1930 llegaría el turno de Albert de Winton, otro periodista estadounidense, que organizó y comandó una nueva expedición tras la pista de Fawcett. Afirmó haber logrado reconstruir la ruta del coronel y poder seguirla para ubicarlo.
Y probablemente lo consiguió, pues tanto él como sus compañeros de viaje desaparecieron sin dejar rastro.


De todas formas, las aguas volvieron a agitarse en 1932, cuando un explorador y cazador suizo afirmó poseer datos fidedignos de que el coronel Fawcett permanecía con vida en la selva, conviviendo con una tribu.
Tan convencido estaba Stefan Rattin, que organizó una expedición junto con el periodista Horacio Fusoni y un grupo de catorce hombres más. Se internaron en la selva y nunca más se supo de ellos.

Todos estos sucesos inexplicables alimentaron la leyenda de Fawcett y la multiplicaron.
Hacia 1937 hubo tres expediciones más tras la pista perdida del intrépido coronel y su ciudad oculta en la selva.
La primera de ellas no encontró nada y las dos siguientes volvieron con datos inquietantes y casi coincidentes. De acuerdo a los datos que recabaron entre los indígenas de la zona que recorrieron, tanto Willy Aureli como Henri Vernes arribaron a la conclusión de que Fawcett había alcanzado su objetivo y era el jefe máximo de una tribu desconocida que poblaba la "ciudad Z", de origen milenario.

En 1951 el misterio pareció quebrarse: una expedición brasilera contactó a un viejo jefe indio que afirmó haber dado muerte a Fawcett y señaló su lugar de entierro. Los expedicionarios recuperaron restos humanos que, trasladados a Londres, fueron analizados y se descartó que se tratasen del coronel.
Por tanto, se sumó otro misterio dentro del misterio: ¿a quién pertenecían esos huesos de hombre blanco? Nunca se supo.



La última expedición formada para dar con el paradero de Fawcett data de 1996 y fue organizada a iniciativa de un empresario de Brasil (James Lynch) y un explorador (Renée Delmotte).
No sólo no encontraron nada concreto, sino que casi son muertos por indígenas y perdieron equipo valorado en treinta mil dólares, en su precipitada huída.

Evidentemente, la selva sabe proteger sus secretos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

A la pipetaaaaa

Justo estaba por invitarte a ir de vacaciones de aventura ... jajaja, mejor no, seguí yendo a la playa.

Che, en serio, salada esta historia. Bien de película. Hay cosas que superan la ficción.

fresaediciones dijo...

No se de sonde sacas estas historias, pero están muy buenas!! Un saludo y gracias por la bienvenida, Raquel

pelado1961 dijo...

Mariolo:

Sin dudas, la realidad supera a la ficción totalmente.
Algún día harán la peli seguramente, con Brad Pitt o Leonardo Di Caprio haciendo de recios exploradores machotes.
(Andáaaaaaaaaaa!!!!!)

Un abrazo!!!


Raquel:

Me alegra que te guste la temática del blog (un poco loco, como el que escribe, jajajajja)

Besos!!

Mary Lovecraft dijo...

Increíble historia mi Pelaíto si te digo que la disfruté tanto como cualquier novela R. Haggard al cual admiro!

y es que queda tanto por explorar aún en nuestro planeta...

un besoooooo!

pelado1961 dijo...

Mary:

Ya ves que hay muchas cosas extrañas y algunas de ellas no son de otros planetas.
Como dijo Paul Eluard: "Hay otros mundos, pero están en éste".

Besos!!!!

BIRC dijo...

Waw, esta historia me hace acordar a Ridgewell, del album de "La Oreja Rota" de Tintín, y también a la película sangrienta italiana Holocausto Caníbal...
Lo más acertado, el final del artículo, la selva guarda bien sus secretos.

pelado1961 dijo...

BIRC:

Pensar que se supone que la superficie terrestre está completamente explorada, ¿no?
Pero hay sitios que escapan a toda exploración.

Un abrazo.