160 KILÓMETROS CON 4 LITROS

Corren tiempos donde el petróleo determina guerras, levantamientos, revoluciones y por supuesto, los vaivenes de las Bolsas mundiales.
Claro está, el tema de los recursos energéticos es terreno fértil para el habitual desfile de "expertos" que hablan y hablan sin decir nada concreto. Uno de los temas preferidos suele ser el empleo más eficiente de los derivados del petróleo, cosa que siempre es pintada como asunto de enormes laboratorios poblados de científicos (los expertos, faltaba más,  le hacen propaganda a otros expertos).

Pero, ¿qué pasa cuando un tipo soluciona el problema? ¿Quieren saberlo?
Tom Ogle, persona de la cual seguramente no han oído hablar jamás, fue un tipo que avanzó excesivamente en el asunto. Y nunca tan bien empleada la palabra "excesivamente".

El buen Tom (que se ve en las fotos de este post) era un joven de 24 años que tuvo un par de brillantes ideas acerca de los carburadores y la combustión, las cuales le llevaron en 1977 a hacer modificaciones sobre un coche Ford Galaxy del año 1970.
El testeo de carretera llevado a cabo determinó que el rendimiento con el nuevo sistema fue de 100 millas por galón (es decir, 160 kilómetros con menos de cuatro litros de nafta), a un promedio de marcha de 60 millas por hora (o sea, 96 kilómetros por hora).

Patentó su sistema y comenzó a buscar inversores. Allí fue cuando le pareció estar en medio de un desierto en el planeta Urano. Algunas personas se acercaban, pero luego cortaban abruptamente el contacto, siempre con la excusa de haber obtenido "malas referencias" del proyecto de Tom.
El joven pudo comprobar, asombrado, que se estaba sembrando información falsa por todas partes, en contra de su persona y su proyecto.

Al fin, apareció de la nada alguien impensado, dispuesto a comprar su idea: un enviado de la Shell.

Por supuesto, ni el buen Tom era tonto ni en la Shell se habían vuelto locos: si la empresa compraba el proyecto era para "cajonearlo" por tiempo indefinido. El muchacho dijo que no.

Lo que pasó después ya lo imaginan. En 1979, "personas desconocidas" atentaron a balazos contra Tom Ogle a la salida de un restaurante de carretera. Con apenas un rasguño, tuvo la suerte de contarlo.
Pero en 1981, una noche apareció ante la puerta de su novia, con evidentes señales de confusión mental y dificultades físicas. Colapsó sin pronunciar palabra y, ya en la ambulancia, los paramédicos trataron de reanimarlo en vano tres veces.

Oficialmente, la causa de su muerte se debió a la letal combinación de alcohol (que sí consumía) con un tranquilizante (Darvon) que nadie tenía noticias de que consumiera.

¿Qué pasó con la patente registrada por Tom? Nadie lo sabe a ciencia cierta. No es ubicable en los registros correspondientes.
Los derechos de venta de la invención llegó a venderlos en 1978 a una firma de la ciudad de Seattle (USA), la cual se vio súbitamente enredada en problemas de impuestos con el gobierno federal, de los cuales nunca salió.

Cosas que pasan (y siguen pasando).