HOYO EN UNO

Fotos como ésta circulan desde hace varios días en Internet.
Las notas que acompañan esas imágenes dan cuenta de un enorme socavón que se formó en la ciudad de Guatemala, como consecuencia de la tormenta Agatha.

El agujero se tragó una residencia de tres pisos en un santiamén. Y si no hubo víctimas (por lo que se sabe hasta ahora) fue por pura casualidad: en el inmueble funcionaba una pequeña fábrica de ropa, cuyos trabajadores ya se habían retirado al momento del desastre.

Los días pasaron y las autoridades locales no encontraron explicaciones plausibles para el fenómeno.
Se formularon algunas hipótesis sobre falta de mantenimiento de la red cloacal y sobre la existencia de cavernas, pero los geólogos consultados no comulgaron con esas ideas.

Bastante curiosa resulta la casi perfección de la forma, a lo cual deben sumarse los testimonios de quienes vivían al borde de la zona o en las cercanías, quienes afirman que el hundimiento estuvo precedido de un potente "fogonazo" que iluminó todo el lugar en los momentos previos al desastre.

Los expertos han utilizado un radar de penetración del subsuelo para investigar la posible existencia de cavernas, pero los resultados han sido negativos hasta ahora.

De todas maneras, el fenómeno no es nuevo en Guatemala: ya en el año 2007 se produjo algo muy parecido, de lo cual pueden ver imágenes a continuación:

En esa ocasión dos personas murieron, una fue dada por desaparecida y más de 700 debieron ser evacuadas ante el temor de que los terrenos aledaños corrieran igual suerte.

Fueron cinco viviendas las que el fenómeno se tragó en ese suceso. La explicación oficial indicó que la saturación de drenajes de agua corriente de la zona fue la causa.
Ese agujero fue posteriormente rellenado con material, pese a lo cual se declaró inhabitable el sector de la catástrofe.

Por supuesto, los vecinos de la zona no tienen las cosas muy claras en esta oportunidad.
Se ha establecido una especie de "sector de exclusión" en un radio de 100 metros del desastre, pero la cifra es tan arbitraria como pudieron serlo 200 metros o un kilómetro: nadie puede afirmar dónde empieza o termina una zona "segura" para un fenómeno que todavía no tiene explicación.