sábado, 26 de septiembre de 2009

CUANDO EL TAMAÑO SÍ IMPORTA


El 15 de febrero de 1965, un avión de pasajeros surcaba el cielo del Pacífico. Era una noche tranquila y, a bordo de la nave, reinaba la camaradería: el vuelo consistía en un charter de personal del ejército y la fuerza aérea de USA, que volvía al servicio en Japón después de gozar de permisos para visitar a la familia.

Faltando una hora para llegar a Tokio, los pasajeros no dormían. Todos tenían anécdotas para contar y fotos para mostrar a los demás.
De pronto, el radar de navegación de la cabina captó tres enormes objetos en su pantalla.

Lo primero que pensó el operador fue que el instrumento estaba funcionando mal. Y los pilotos estuvieron de acuerdo con él, ya que jamás habían visto unos ecos tan grandes en una pantalla de radar.

Pero antes de que pudieran decir algo más, un brillo rojizo iluminó la cabina. Mirando hacia arriba y a su izquierda, el capitán apenas atinó a señalar a los otros la causa de dicha luminosidad: tres enormes objetos de forma ovalada descendían a gran velocidad, en dirección al avión.




El capitán pensó en iniciar una maniobra de giro, pero no tuvo tiempo. Los tres objetos redujeron la velocidad y estabilizaron su vuelo a la altitud del avión, manteniendo la formación cerrada.

Cuando volvieron a consultar el radar, los tripulantes quedaron horrorizados: los objetos se hallaban a ocho kilómetros de distancia y, aún así, parecían ser enormes.
En eso, ingresó a la cabina uno de los pasajeros: un oficial de la fuerza aérea que, al parecer, deseaba observar mejor a los OVNIs.

El capitán de a bordo le ofreció al militar la radio, esperando que enviara un mensaje de emergencia y pidiera el envío de cazas desde Okinawa.

Pero el hombre, tras inspeccionar detenidamente el tamaño de los objetos, le dijo al piloto que no pensaba hacer tal llamada: a su juicio, aunque los reactores lograse llegar a tiempo, estarían indefensos frente a semejantes naves.

Esta parte del episodio es muy interesante, porque representa la primera vez que un oficial de la fuerza aérea de USA reconocía que los aviones de combate usuales se verían inermes ante tales aparatos desconocidos.



Vista la situación, el oficial se dedicó a calcular minuciosamente el tamaño de las naves en base a su distancia y el horizonte visual.
Finalmente, llegó a una conclusión bastante aterradora: las naves debían tener unos 600 metros de largo o más.

Se mantuvieron en formación con el avión por unos pocos minutos más. Luego comenzaron a subir en un ángulo muy agudo y, acelerando hasta unos 2.200 kilómetros por hora, se perdieron de vista.

Cuando llegaron a destino, todos fueron interrogados por oficiales de Inteligencia.
A uno de los tripulantes no le gustó mucho la "advertencia" de guardar silencio sobre el asunto y, puesto que no era militar, no se consideró obligado: hizo llegar un informe al NICAP (organismo privado de USA que investigaba el fenómeno OVNI).

El NICAP manejaba con mucha cautela los casos, por lo cual estudió en detalle las posibilidades del radar de a bordo, la descripción de los objetos observados y la performance que realizaron al alejarse del avión a esa velocidad.

Por pura casualidad, en una de esas reuniones técnicas donde se evaluó el caso, estaba presente uno de los sicólogos del organismo, una persona muy circunspecta que solía dedicarse a evaluar la confiabilidad de los testigos, pero que se había especializado profesionalmente en sicología de masas.

Parece que, en medio de los análisis que se estaban llevando a cabo, el sicólogo pidió la palabra y le dijo a los científicos presentes:

- "Caballeros, creo que hay algo que están pasando por alto. No menos importante que calcular el tamaño exacto de esos objetos o el método de propulsión que puedan utilizar, hay que entender una cosa con claridad: si esas naves gigantescas hubieran descendido sobre una ciudad en vez de hacerlo sobre el océano, no habría habido manera de detener el pánico."

Y yo estoy de acuerdo con él.

6 comentarios:

Mariolo dijo...

Como me gustan esta clase de historias; me parece ver a Richard Dreyfuss en toda la historia, :)

Natu dijo...

Muy de acuerdo con el hombre, no hubiesen tenido forma de detener el pánico, ni a los ovnis!!!Todavia no tienenvlaro que no saben con quien se meten!
Saludos!

Adolfo Calatayu dijo...

Que chucho Manucho !!! estoy de acuerdo con el profesional,si descendieran en la ciudad tamañas naves el terror sería inimaginable,y aún persisten en seguir ocultando esta información?
abrazooooooo

pelado1961 dijo...

Mariolo:

Me parece que hasta Richard Dreyfuss sale corriendo si ve un OVNI de ese tamaño, jajajajjaa.

Un abrazo.

pelado1961 dijo...

Natu:

No sé si no lo tienen claro o, simplemente, no quieren que NOSOTROS lo tengamos claro.
Quién sabe!!!

Beso.

pelado1961 dijo...

Adolfo:

Es que si un día aparecieran esas naves sobre una ciudad, no quedan ni los perros.
Claro, después dirían que lo que vimos fue el planeta Venus o algo así, jajajajja.

Va un abrazo.