Entre los múltiples proyectos que el gobierno yanqui llevó a cabo, uno de ellos recibía el nombre de Proyecto Vela. Básicamente, consistía en la implementación de una serie de medidas para detectar explosiones nucleares, ya fuese que ocurrieran en la atmósfera, en tierra o en el subsuelo.
Parte de los instrumentos que se utilizaban para ello eran una serie de satélites equipados a tales efectos. Comprensiblemente, la idea era la detección de las pruebas nucleares soviéticas, pero estaban preparados para alertar sobre cualquier tipo de explosión de magnitud importante.
En esa tarea estaban cuando sucedió algo extraordinario el 22 de septiembre de 1979, algo tan raro que permanece aún en el misterio más absoluto. Y se le conoce como el Incidente Vela.
Todo comenzó cuando el satélite Vela 6911 registó actividad inusual. Pero los operadores en tierra no estaban preparados para lo que vieron a continuación en sus monitores: la doble onda característica de una explosión nuclear en la atmósfera.
Los expertos pusieron manos a la obra y procedieron a analizar los datos obtenidos. El resultado fue concluyente: una explosión de tres kilotones se había llevado a cabo en la baja atmósfera, en un punto aproximado a los 47 grados Sur y 40 grados Este.
El sitio especificado apuntaba a las islas Príncipe Eduardo, que están bajo bandera sudafricana.
Ahora bien, la cuestión que los norteamericanos deseaban averiguar no era sencilla. Sabían que una explosión nuclear se había llevado a cabo, pero ¿se trataba de una prueba o de un accidente?
Y sobre todo, ¿quién era el responsable?
En la ficción, todo resulta sencillo. Basta mandar un agente como James Bond y el tipo en un rato ubica a los culpables, les da una paliza y salva el mundo (y se queda con la chica, claro está).
Pero las tareas de inteligencia en el mundo real no tienen tanto "charme".
Los satélites Vela habían detectado en el correr de los años cuarenta y un explosiones anteriores, de las cuales ya se sabía su origen antes que fueran realizadas o, en su defecto, se confirmó posteriormente sin ninguna dificultad. Pero de ésta no se hacía cargo nadie.
La primer medida que tomaron los jefazos yanquis fue realmente típica: mantuvieron todo en secreto.
Para decirlo de otra manera: si algo se estaba tramando en el mundo, pues que la opinión pública fuese la última en enterarse. Muy tranquilizador, ¿no?
Pasó un mes y no descubrieron nada (ni ellos ni el resto de la OTAN), por lo cual y para evitar que la noticia se filtrase por otros canales, decidieron darla a conocer a través de periodistas "amigos" del Pentágono.
No es que hubieran cambiado de opinión sobre el "secretismo", sino que en ambientes científicos se empezaba a sospechar.
Sucede que el radiotelescopio de Arecibo comenzó a captar inusual actividad en la ionósfera (resultado de la explosión nuclear). Y los equipos científicos que usan hidrófonos (por ejemplo, para detectar tsunamis) también tomaron cuenta de que algo raro había pasado.
¿Y a qué conclusión llegaron los mejores analistas de inteligencia militar? Pues a ninguna.
¿Y los científicos involucrados? Tampoco.
Se manejaron todas las hipótesis posibles, empezando por fallas en el equipo satelital (descartadas cuando otras evidencias comenzaron a llegar).
Si no había sido un error de detección, pues se pasó a la hipótesis natural: uno o más fenómenos naturales que produjeran ese efecto (pero también fue descartado ésto: no se conoce ningún evento natural o combinación de eventos que provoque esas consecuencias).
Al final, después de descartar los accidentes de submarinos o buques militares no identificados, no quedó mucho en la bolsa: lo único posible era un test nuclear cuyos patrocinadores eran desconocidos.
Para que se entienda claramente: los jefazos del Pentágono tuvieron que sentarse ante el presidente yanqui de la época (Carter) y decirle algo así como:
"Che, Jimmy, ¿te comenté que hay gente por ahí probando bombas nucleares y no sabemos quiénes son?"
En fin. Con el paso de los años, la explicación más aceptada es la de una prueba conjunta entre Sudáfrica e Israel. Naturalmente, los que formulan esta hipótesis afirman haber recibido información ultrasecreta, pero en realidad se basan en los dos únicos datos locos que tienen:
- que las islas cercanas al sitio de la explosión son sudafricanas, y
- que por esa época Israel estaba haciendo pruebas nucleares secretas
7 comentarios:
"Ché Jimmy" jajaja me encanta el sentido del humor que le pones a los posts. Cantidad de cosas que hacen y no sabemos nada. Por cierto, ¿te acuerdas de tu post sobre la ciudad-espejismo? Un amigo gringo me mandó una foto de la ciudad esa, parece que sí existe, lo raro es porqué se reflejaría así. Un saludo.
Me imagino a los jefazos reunidos, en un sorteo y tratando de no sacar la pajita más corta.
Y el que perdió se lo tuvo que decir a Jimmy, jajajajaja.
Buen dato el de la ciudad china, Ernesto.
Va un abrazo.
¡Hey, Pelado! lelléndote se me viene a la mente, por ejemplo: nunca me creí lo del Tsunami, ni el terremoto del Japón, ní siquiera, ¡ya! visto lo visto, lo de las torres gemelas y otros acontecimientos similares.
Como diría Mafalda: ¡Dios mío,¿en las manos de quién estamos puestos?.
Un gran saludo y gracias por pasarte por mi blog.
Tortuga:
Ya estás agregado en los links de mis blogs.
Y con respecto a lo que comentás, creo que no siempre los "informativos" informan, sino que se limitan a repetir versiones oficiales.
Hay muchas cosas de las cuales no nos enteramos.
Saludos.
Supongo que Israel tiene la bomba nuclear y ningún sitio donde hacer pruebas (país pequeño, en zona geográfica rodeada).
Entonces, pusieron unos mangos sobre la mesa y los sudafricanos les dijeron: "Hagan pelota la isla, muchachos, ta'todo bien!!!!"
Phil:
Creo que su suposición es bastante acertada (y gráfica!!!!)
Saludos.
Mik:
Gracias por la info.
Estoy trabajando en el tema.
Saludos.
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