martes, 19 de julio de 2011
UN COPILOTO MUY, MUY CALLADO
La historia que voy a contar, que conforma por sí misma una leyenda urbana, la escuché tres veces a lo largo de mi vida. La última vez fue la semana pasada, cuando me la refirió un amigo que la oyó asombrado de boca de su mecánico.
El relato se sitúa en Argentina en los años '40 del siglo pasado, prácticamente en las postrimerías de esa década. La base de la leyenda urbana es bastante prosaica: surge por culpa de la burocracia.
Todo comienza con una persona que, viviendo en la ciudad de Buenos Aires, fallece súbitamente en otra provincia (no pongo una localidad concreta, porque varía según el relato).
La cuestión es que, a causa de motivos burocráticos, los trámites necesarios para trasladar el cuerpo a Buenos Aires a fin de inhumarlo, son excesivos y tienen además un alto costo, imposible de afrontar.
La familia decide apelar a conocidos, amigos, influencias, etc. Pero no hay, aparentemente, solución alguna. Por lo menos, no la hay hasta que alguien propone una movida disparatada, que involucra un coche veloz, un piloto audaz y un copiloto muy, muy callado.
La propuesta es simple. Consiste en vestir convenientemente al cadáver, ubicarlo como copiloto en un auto y trasladarlo hasta Buenos Aires de esa manera. Todo por una mínima fracción del costo del trámite, que incluye hasta el visto bueno de algunos involucrados.
Sin embargo, no cualquier conductor sirve para el asunto. Dadas las circunstancias del caso y la distancia que debe cubrirse, si se pretende hacer el recorrido entero en una noche, es necesario que la persona meta "fierro a fondo": debe ser veloz y hábil como un piloto de carrera.
No hay problema, se consiguen los conductores veloces. Y así nace, aunque por breve tiempo, una "pequeña industria" clandestina, que con justicia y humor bautiza a sus integrantes con un mote increíble: "los funebreros de bandera a cuadros".
Clientes no faltan, pues la vida tiene inconvenientes y desenlaces trágicos. Gente que está de vacaciones, o trabajando temporalmente o visitando familiares y, de pronto, ya no está.
Según el relato, los pilotos de semejante equipo batían récords de velocidad en ruta. Cosa muy lógica, pues ninguno hubiera querido que lo sorprendieran las luces del día en medio de su tarea, con algún curioso fíjándose demasiado en el copiloto que les acompañaba.
De acuerdo a la historia, entre esos corredores hubo gente que, al poco tiempo, probó suerte en pistas de carrera y se ganó un nombre en el automovilismo.
Pero ya sin copiloto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Jaja una genial idea para contrarrestar a la burocracia.
Algún piloto conocido empezó así?
Al parecer, son varios los pilotos que después se hicieron conocidos.
A mi amigo le dieron nombres, pero varían según el lugar (tampoco es uniforme la localidad).
De todas formas, pienso que es cierto el fondo de la historia.
Va un abrazo, Mariolo.
Conozco los relatos y también conozco gente que "tuvo un amigo que le pasó" o que "contó alguien que a su vez le contó otra persona" otra variante del caso que es el de la "abuela" que fallece en otra provincia y la traen en el auto "dormida" en la parte posterior del auto. No sé si serán verdad... Nunca lo pude comprobar.
Está buenísima, hasta queda para escribir un buen cuento, interesante las creativas maneras que tiene la gente para resolver sus problemas. Saludos.
Además me recuerda a una historia todavía más vetusta...el cantar del mío Cid.
Radioaficionado:
Imposible comprobar los relatos.
Sobre todo porque ninguno de los involucrados confesaría estar metido en este tipo de asuntos!!!!
Va un abrazo.
Ernesto:
Es un lindo punto de partida para un cuento, tenés razón.
Y el Cid tiene puntos en común, aunque más no sea porque un cadáver se hizo pasar por un ser vivo en ese cantar.
Un abrazo!!!
Publicar un comentario