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viernes, 11 de mayo de 2012
VIAJANDO AL FUTURO SIN SALIR DE LA COCINA
El hombre que está a la derecha de esta foto es el señor Hakan Nordkvist. Y el señor que está a la izquierda... también, pero varias décadas después.
¿Cómo es posible esto? Ah, muy sencillo: Hakan viajó al futuro y se encontró con su persona.
Bueno.... mejor empiezo por el principio de esta historia.
El amigo Hakan (el de la derecha) vive en Suecia. Un buen día llegó del trabajo a su casa y notó que había agua en el piso de la cocina. Ni lerdo ni perezoso, tomó sus herramientas y buscó la pérdida debajo del fregadero. Se fue metiendo poco a poco entre las cañerías y de pronto.. ¡ZAS!.. se encontró con que desembocaba en un sitio luminoso. Se incorporó, caminó un poco y grande fue su sorpresa cuando se encontró con su propia persona, pero de unos setenta años de edad.
Dice Hakan que pasó un buen momento consigo. Charló con su persona, la cual le contó varias cosas acerca de su vida y del futuro. Luego, grabó un pequeño video con su celular. Y se volvió por donde vino.
En este clip se cuenta la historia (por suerte, con subtítulos en inglés):
Es muy tentador el creerle a Hakan. Pero lamentablemente, más allá de lo disparatada que parece la secuencia de acontecimientos, hay un detalle que no pasará desapercibido a cualquier persona que tenga un tatuaje:
No es factible que un tatuaje se vea igual sobre la piel pasados... ¿cuánto?... ¿cuarenta años?
Eso es lo que arruina la historia, aunque también hay comentaristas que han notado diferencias entre los rasgos de ambos hombres (Hakan I y Hakan II).
Es una pena, el relato sonaba lindo. Después de todo, si desde un armario se podía acceder a Narnia, ¿por qué no ir al futuro desde el fregadero de la cocina?
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jueves, 26 de abril de 2012
UN PEQUEÑO ERROR...
La historia nos dice que 1929 fue el año donde se cayó la Bolsa de valores de EE.UU. y, en el arrastre subsiguiente, se fueron al diablo bancos, empresas y, detrás de ellos, la gente común y corriente.
No fue la mayor crisis bursátil de la Historia, pero sí la primera de carácter devastador. Por lo cual hay que concluir que la gente era más inteligente en 1929 que ahora (que ya conocemos la Historia pero la repetimos una y otra y otra vez).
En fin, no me hagan caso. Lo que les traigo hoy es una anécdota curiosa. Comencemos con una pregunta:
¿Qué pronosticaban los astrólogos en USA para el año 1929?
De acuerdo a este boletín astrológico realizado por varios "profesionales", el año se presentaría así:
En enero y febrero, se destacan "nubes de guerra" y "probables controversias en los círculos del ejército y la marina" (nada de eso sucedió).
Para marzo, abril y mayo encontramos pronosticadas "epidemias" (no pasó) y empiezan las referencias a la economía: "prosperidad agrícola, gran estímulo a los negocios y un revival del boom inmobiliario" (lo cual es acertado en lo que respecta a la burbuja inmobiliaria).
En junio, julio y agosto hay algunas cosas de simple sentido común, como el "aumento de las adicciones al alcohol y las drogas"" (¡si supieran lo que es hoy en día!), otras que se siguen pronosticando hasta el presente (terremotos) y un vago e inespecífico "progreso industrial".
Llegamos a los meses críticos, donde no hay indicio alguno de la catástrofe. Lo único que se menciona sobre el tema en septiembre y octubre es un "crecimiento del nivel de salarios y consumo" (¡!).
Igual, eso no es nada comparado con el redondeo del año:
"El año cierra con abundancia de capital para todas las necesidades y emprendimientos públicos, con crédito ilimitado para el trabajador".
Andaban un poco torcidos en sus predicciones, no cabe duda. Por lo menos, podían excusarse diciendo que ellos eran astrólogos y no economistas (porque los expertos en economía tampoco anticiparon el porrazo).
jueves, 5 de abril de 2012
SIETE AÑOS DESPUÉS, LA TRAGEDIA
El buque que se ve en la imagen anterior es el "Principessa Mafalda", nave italiana botada en 1909. Potente y segura, era capaz de unir Italia con el Río de la Plata en dos semanas. Parecía un coloso.
Pero en 1920 se recibió en las redacciones de varios periódicos de Sudamérica la triste noticia de su naufragio.
La zona específica donde se decía que había ocurrido el siniestro, de acuerdo a las informaciones recibidas, era la de Abrolhos (cercana a la costa atlántica de Brasil).
Ya estaban prontas las rotativas para poner en primera plana la infausta noticia, cuando se recibió la rectificación: se había logrado contactar con el telegrafista del buque "Principessa Mafalda" y éste informó que la nave estaba en perfectas condiciones, no habiendo sufrido ningún percance.
Nunca se pudo conocer el origen de la falsa noticia. La especulación más plausible era que un pequeño buque llamado "Mafalda" se había hundido en la zona. Pero confundir un pequeño carguero con un transatlántico era imposible.
Aclarado el asunto, los jefes de redacción respiraron. Por un lado, porque no se había producido una tragedia de tamaño monumental. Y por otro, por salvarse de hacer un papelón si publicaban una noticia equivocada.
Igualmente, es seguro que todos ellos rememoraron el episodio siete años después.
El 25 de octubre de 1927, el "Principessa Mafalda" se encontraba haciendo su travesía atlántica número noventa. En realidad, casi finalizándola, porque se encontraba ante las costas de Brasil bastante cerca de Abrolhos.
De pronto, a la hora 19 se escucha una especie de explosión: se ha partido el árbol de una hélice, provocando que las enormes palas abran desgarrones en el casco, por donde ingresa el agua sin remedio. Es el fin del buque, que poco después se hundirá, tal y como fue anunciado misteriosamente siete años atrás.
El telegrafista alcanza a pedir auxilio y transmite la posición. Barcos cercanos acuden a toda máquina y así alcanzan a salvarse cientos de vidas. Pero también perece mucha gente.
¿Fue una tragedia pronosticada?
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sábado, 7 de enero de 2012
CUANDO EL ASOMBRO LLAMA A TU PUERTA
Nadie podría haber acusado a Philip K. Dick de ser un hombre poco imaginativo. Prolífico escritor de ciencia ficción, es probable que hoy en día sea conocido por todo aficionado a ese género. Pero no siempre fue así.
A lo largo de su vida (1928-1982), este hombre que habría de escribir treinta y seis novelas y más de cien relatos cortos, supo pasar penurias económicas. La razón estriba en que su fama se dio en tiempos en que la ciencia ficción se consideraba un género menor, por lo cual no todas las editoriales se interesaban en su obra. Y las que se interesaban no eran demasiado importantes.
Aún así, Dick se fue abriendo paso. Primero tuvo unos pocos seguidores, desde el momento en que se publicó su novela "Lotería solar" en 1954. Luego se vio reconocido por la crítica, a través del Premio Hugo de 1963 por su novela "El hombre en el castillo". Y a partir de allí tuvo una explosión creativa, que le permitió concebir y completar once novelas en el breve período de dos años.
Posteriormente, seguiría publicando su trabajo de modo más o menos irregular, en forma no demasiado lucrativa, hasta que los años pasaron y su golpe de suerte pareció llegar: su novela "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" (del año 1968) sería adaptada para el cine.
Pero Dick no llegó a ver la película terminada, pues falleció antes de su estreno en 1982. El filme resultó ser una de esas raras películas que derivan en un éxito de público, un filme de culto y un clásico, todo al mismo tiempo. Me refiero a "Blade Runner":
No sería la única adaptación al cine de las obras de Dick, que se vieron reflejadas en varios filmes, el último de los cuales es "The adjustment bureau":
Pocas personas saben, sin embargo, que Phillip K. Dick tuvo un episodio en su vida que le marcó profundamente y que resultó ser aún más asombroso que la más imaginativa de sus obras.
El 20 de febrero de 1974, Dick se estaba recuperando de una molesta intervención odontológica. Había solicitado unos remedios a la farmacia y oyó sonar el timbre de la puerta. Por algún motivo desconocido, sintió la imperiosa necesidad de atender él mismo al repartidor.
Abrió la puerta y se encontró ante una muchacha que llevaba un extraño colgante: un doble arco que se intersecta y forma el perfil de un pez:
El escritor quiso saber si la chica de la farmacia conocía el significado del símbolo que portaba. Le preguntó entonces y recibió una respuesta correcta:
"Mediante este símbolo se reconocían entre sí los primeros cristianos"
Al tiempo que hablaba, la muchacha tocó el colgante y Dick tuvo una inesperada experiencia extrasensorial. De golpe, se sintió en posesión de un conciencia mucho más abarcativa, trascendiendo el tiempo y el espacio. En un parpadeo, recordó y vio hechos que había vivido en existencias pasadas.
Comprendió que tanto él como esa chica habían sido cristianos ocultos, temerosos del poder romano.
Dick no era candidato para considerarse a sí mismo como "hombre religioso". Pero sí era una persona curiosa y este episodio le movió a reflexionar y profundizar en busca de verdades existenciales.
Comenzó a tomar notas y a transcribir sus reflexiones y vivencias en una especie de Diario que habría de llevar hasta el fin de sus días.
Anotaría allí no sólo sus ideas, sino también algunos hechos que le acontecieron más tarde, para los cuales no tuvo explicación alguna. Por ejemplo, un día una voz en su mente le advirtió que su hijo padecía una peligrosa hernia que podía resultar fatal. Dick le hizo revisar por varios médicos sin resultado alguno, hasta que un facultativo la encontró y realizó una intervención quirúrgica crucial para la vida del niño.
Los diarios de Dick se conocieron como "Exégesis" y no estaban pensados para ser publicados. Los llevaba como una bitácora personal. Sin embargo, al cabo de los años habrían de ser conocidos por el público:
Un grueso volumen de 900 páginas, compilado y editado por dos especialistas, ha visto finalmente la luz. Publicado en el idioma original, aún no ha sido objeto de traducción al castellano.
Me animo a decir que no será material de lectura sencilla. Si las ideas que Dick introducía en sus obras son reflejo de su pensamiento (y todo hace pensar que sí), deberíamos estar ante la mente desnuda de un hombre que, entre otras cosas, no creía en la existencia del tiempo y dudaba de la consistencia de lo que llamamos "realidad".
De haber vivido para verla, creo que "Blade Runner" le hubiera gustado a Dick. Pero probablemente se hubiera sentido más identificado con el argumento de "Matrix".
jueves, 15 de diciembre de 2011
VOLVER AL FUTURO (CON BAJO CONSUMO)
El DeLorean no puede ser tildado como "un coche más", porque no lo es. Desde el principio, tuvo características originales y, por cierto, circunstancias inusuales a lo largo de su producción.
Para empezar, cuando uno se refiere a "el DeLorean" sin especificar modelo, es porque sólo hay un modelo: el DMC-12 (DeLorean Motor Company 12, donde el "12" surge porque el precio pensado originalmente era de doce mil dólares, aunque luego debió ser elevado a veinticinco mil).
Se produjo en Irlanda del Norte, durante apenas dos años (1981-82). El primer prototipo data de 1976, la construcción de la fábrica comenzó en 1978 y la producción (pensada para iniciarse en 1979) recién pudo comenzar en 1981.
Se llegaron a fabricar unos 8.500 coches, de los cuales se calcula que subsisten unos 6.500 actualmente. Son raros, son lindos, por varios motivos: las puertas de "alas de gaviota", el hecho de que no tienen pintura (su terminación es mediante paneles de acero inoxidable) y, claro está, su elección como vehículo para viajar en el tiempo, a partir de la saga de "Volver al futuro".
Ahora son noticia nuevamente, porque se anuncia que volverán a ser producidos, pero en versión eléctrica:
Por lo menos, eso es lo que está anunciado: iniciar la producción a partir del año 2013 y venderlos a un precio aún no especificado.
Habrá que ir juntando platita. Aunque algo me dice que el precio no va a ser muy accesible que digamos.
De todas formas, no da para ponerse amarretes. Al fin y al cabo, ¿con qué otro coche podés viajar en el tiempo?
Les dejo más imágenes de esta nueva versión eléctrica de este clásico:
lunes, 7 de noviembre de 2011
NAUFRAGOS DEL TIEMPO
1943 no era un buen año para andar navegando por el Pacífico. Las acciones de la Segunda Guerra Mundial estaban en pleno desarrollo.
Como suele suceder, las grandes batallas pasaron a los libros de Historia, mientras que los episodios pequeños sólo encontraron cabida en algunas notas de prensa de tono anecdótico.
Precisamente, lo que les voy a contar a continuación es uno de esos hechos minúsculos, tan inusual que encuentra cabida en este blog de cosas raras. A falta de un nombre, el episodio podría titularse como un encuentro con tres náufragos del tiempo.
Nuestra historia empieza entonces en 1943 y transcurre en una zona próxima al archipiélago Bismarck (al noroeste de Nueva Guinea), donde un grupo de tres lanchas torpederas norteamericanas se encuentra patrullando.
Recorren las islas volcánicas de la zona, buscando indicios de la presencia japonesa y tomando nota de las zonas minadas. El comandante de la patrulla es un oficial llamado James Myers.
Ya cortos de combustible, están casi al límite de su rango de acción cuando un marinero da el alerta: parece haber presencia humana en una pequeña playa de una islita sin nombre. Todo el mundo ocupa sus puestos de combate y se prepara para la acción. Myers toma sus binoculares y se lleva una sorpresa: dos hombres agitan sus brazos para llamar la atención de la flotilla, mientras un tercero intenta usar un espejito para hacer señales.
No son japoneses. Se trata de dos hombres blancos y un nativo. Myers da las órdenes pertinentes para que su lancha se aproxime y usa una balsa de desembarco, mientras que las otras dos torpederas se mantienen alerta.
Debe proceder con cautela, pues los japoneses han usado prisioneros para atraer rescates y atacar a quienes acuden.
Finalmente, entre señas y gritos, los hombres de la playa les han indicado el camino menos peligroso para llegar a la costa.
Myers desembarca con su pequeña dotación y es entonces cuando uno de los hombres blancos se adelanta y le tiende la mano. Hablando en inglés, se presenta como Ben Patterson, de nacionalidad británica.
Acto seguido, Ben presenta a sus compañeros: un francés de apellido Lafaye y un nativo al que simplemente apodan "Doug". El británico afirma ser el capitán de un buque pesquero, el "Rabaul King", habiendo naufragado tras chocar contra un arrecife.
Si han podido subsistir, ha sido gracias a la pesca, los frutos naturales y la inesperada presencia de cabras en la isla, quizás dejadas allí por alguna expedición. El agua no es un problema, pues existe una laguna interior de agua dulce.
La conversación es interesante, pero en medio de ella surge el peligro. Se divisa un aeroplano lejanísimo, que los binoculares de Myers pronto identifican como un Mitsubishi Ki-15, avión de reconocimiento japonés.
Myers no sabe si la tripulación del aparato ha visto o no su flotilla. De todas formas, no puede arriesgarse: toma la decisión de volver a la lancha torpedera y retirarse. Por supuesto, pretende incluir también a los náufragos en su regreso a la base.
Pero se encuentra con una sorpresa: los tres le dicen que se quedarán en la isla.
En particular el capitán Ben le explica a Myers que, si les hicieron señas para que desembarcaran, fue sólo para advertirles de un peligro: un grupo de destructores japoneses estaba en la zona y la dirección que llevaban las tres lanchas torpederas les hubiera hecho ir directo a ellos.
"¿Puedo hacer algo por usted?", alcanzó a decir Myers.
"Llévele esta carta a mi esposa, que está en Brisbane", contestó el capitán Ben.
Myers se retiró a toda prisa y transmitió la posible posición del grupo enemigo. Al regresar a la base, su superior le confirmó que habían localizado siete destructores japoneses en el rumbo informado por los náufragos.
"De buena se salvó al tener esa información", le comentó el comandante.
Y era cierto, porque la potencia de fuego de siete destructores habría sido mortal para la flotilla de lanchas.
La guerra es la guerra y aún tenía reservadas varias vicisitudes peligrosas para Myers. Pero ninguna tan terrible como aquella de la cual fue advertido por tres náufragos.
Decidió que, apenas pudiera, localizaría a la esposa de Ben Patterson y entregaría la carta personalmente, además de ocuparse de que una nueva partida de desembarco acudiera a la isla.
Pero su misión tuvo que esperar tres años para poder llevarse a cabo. Recién entonces fue que, ya con la guerra finalizada, las aguas del Pacífico fueron seguras para la navegación civil. Allí fue cuando Myers rentó un pequeño navío, con la idea de regresar a la islita de los náufragos.
Nunca pudo ubicarla, pese a que realizó tres viajes.
La explicación más plausible fue que, siendo una isla volcánica, quizás hubiera desaparecido por motivos naturales, erupciones submarinas o lo que fuera.
El siguiente paso de Myers fue acudir a Brisbane y tratar de ubicar un domicilio de Ben Patterson.
La capitanía del puerto le pareció una buena opción para empezar, dado que llevaba registros fiables de buques y tripulaciones. Además, la presencia de un amigo en esas oficinas le facilitaría las cosas.
Sin embargo, los datos aportados por el amigo de Myers fueron desconcertantes. El único buque desaparecido de nombre "Rabaul King" se había hecho a la mar por última vez en 1901, o sea, cuarenta y cinco años atrás. Su capitán era Benjamin (Ben) Patterson, oriundo de Gran Bretaña, nacido en 1861.
Pero el Ben Patterson que vio Myers no era, precisamente, un hombre octogenario.
¿Entonces?
Aún quedaba una posibilidad de averiguar la verdad: una dirección en las afueras de Brisbane.
Durante la guerra, Brisbane había sido importante base aliada. Esto había traído consecuencias indeseables: superpoblación, cierre de escuelas, aumento del crimen, desplazamiento de los civiles hacia lugares más tranquilos, etc.
Myers no tenía demasiadas esperanzas, pero acudió a la dirección con la carta encomendada.
Quedó petrificado cuando fue atendido en la puerta por un hombre muy parecido, en aspecto y en edad, al náufrago Ben Patterson. Pero no era él.
Entrecortado, Myers explicó el propósito de su visita al hombre, que no pareció sorprenderse en absoluto. Por el contrario, le hizo pasar y, acto seguido, trajo a su presencia a la esposa de Ben Patterson, que era una señora de unos ochenta años.
"Mamá, este es el señor Myers y trae otra carta de papá", dijo el hombre con total naturalidad.
Y acto seguido, le explicó al boquiabierto Myers la increíble situación.
Ben Patterson había desaparecido en 1901, estando embarazada su esposa. Capitaneaba el buque "Rabaul King", en el cual tanto el francés Lafaye como el nativo Doug eran parte de la tripulación.
Todas las búsquedas del barco o de posibles supervivientes de un naufragio habían fracasado. Pero el tiempo pasó y un día de 1905 apareció una persona que traía una carta de Ben para su esposa.
El portador de la misiva navegaba un pequeño yate y al pasar cerca de una isla que no estaba en su mapa, notó que tres hombres le pedían que se acercara a la costa mediante señales y gritos. Al acortar la distancia, le dijeron que guareciera su yate en una bahía de la isla, pues se aproximaba una terrible tormenta.
Un poco incrédulo, lo hizo de todas maneras y esto fue su salvación, pues efectivamente se desató una tempestad, que habría hundido su embarcación en caso de hallarse en alta mar.
Pasado el mal tiempo, se ofreció a llevar a los tres hombres de regreso con él, pero estos declinaron volver. Y uno de ellos le pidió que llevara esa carta.
Con los años, la escena se repitió una y otra vez. Una o varias personas eran salvadas de un peligro inminente que no conocían, al acudir a la isla ante las señas y gritos de los náufragos. Y luego se les pedía que trajeran una carta.
La señora Patterson, si al principio no había entendido los motivos que tuviera su esposo para permanecer en esa isla, pronto comprendió que se trataba de un hecho sobrenatural. Los años pasaban, pero cada portador de una misiva había visto a un Ben Patterson que no avanzaba en edad. Y cada carta, a la vez que transmitía un mensaje de amor para la señora Patterson y su hijo, aclaraba que Ben no podía regresar pues tenía "una misión de ayuda al prójimo que cumplir".
La señora Patterson fallecería en 1949, tras recibir 62 cartas de su esposo "desaparecido" en 1901, siempre traídas por personas que habían sido salvadas de un peligro inminente.
¿Salvadas por quién? Por tres náufragos del tiempo.
La historia se conoció cuando James Myers publicó un libro contando sus anécdotas de guerra. La obra pasó sin pena ni gloria por las librerías, pues corrían tiempos donde todo el mundo quería olvidarse de la guerra. En cuanto a la prensa australiana, el episodio de los náufragos y las cartas mereció una nota de muy breve extensión, donde fue catalogado como "cuentos de viejas".
Pero en este blog le damos crédito.
martes, 11 de octubre de 2011
11/22/63
Son muchas las veces que hemos hablado en este blog sobre los viajes en el tiempo. Y así como nosotros hablamos, otros escriben ficción. Por ejemplo, Stephen King.
Según parece, la nueva novela de King va a tratar sobre un profesor que viajará al pasado con la finalidad de impedir un asesinato: el del presidente Kennedy. Por eso el título del libro: "11/22/63", que es la fecha (en la notación anglosajona) en que ocurrió el magnicidio.
El nombre del protagonista es Jake Epping, profesor de enseñanza media que lleva una vida bastante anodina....hasta que su amigo Al le cuenta que en su almacén existe un portal para viajar al pasado.
A partir de allí, el profesor encarará la alocada misión de viajar hasta el momento en que sea capaz de impedir ese asesinato que cambió la historia.
Hoy en día están muy en boga (sobre todo en la TV) las biopics y miniseries que muestran a JFK como un tipo mujeriego (que lo fue) y beneficiado por la fortuna paterna a la hora de ganar votos (que lo fue). Y se quedan en eso a la hora de pintar al hombre.
Pero para toda una generación, fue "el último héroe norteamericano": se opuso a la intervención armada en Vietnam, no favoreció la invasión proyectada de Cuba, se mostró abierto a los movimientos de derechos civiles y tenía en carpeta varias ideas de alto vuelo, como eliminar de un plumazo la influencia exagerada de la CIA, los "halcones" del Pentágono y los magnates petroleros.
El resultado, como todos sabemos, fue su asesinato. "A manos de un tirador solitario" (sí, cómo no...).
De todas formas, no importa lo que se piense o crea sobre JFK. Lo cierto es que si el atentado contra su persona hubiera fallado, el mundo sería diferente. ¿Qué tan diferente? Stephen King se plantea la pregunta, como se la debe haber planteado una generación entera y así como lo hace su personaje, el profesor Epping.
El resultado es una novela de más de mil páginas, que estará a la venta (al menos en USA) hacia el 8 de noviembre próximo.
sábado, 1 de octubre de 2011
¿NICHOLAS CAGE FOREVER?
Fue noticia en el Daily Mail: un señor de nombre Jack Mord, que se dedica a las antiguedades, puso a la venta una foto que, según él, sería prueba cabal de que el actor Nicholas Cage es inmortal.
Medio en serio, medio en broma, eso es lo que afirma el buen Jack, quien tiene una tienda de anticuario y además maneja un banco de imágenes un tanto macabro: el "Thanatos Archive" recolecta fotos de personas fallecidas tiempo atrás.
Justamente en esos menesteres es que el anticuario consiguió un baúl lleno de fotos de la época de la Guerra Civil de su país (1861-1865) y años posteriores.
Y casi al fondo del baúl dio con una foto que le resultó poderosamente llamativa, como de un doble de Nicholas Cage:
No sé qué decir, yo no los veo tan parecidos. Tal vez haciendo un truquito sí. Así que tomé otra foto del amigo Nicholas y la "envejecí" con ayuda de un programita. El resultado es éste:
Siguen sin convencerme del todo los "parecidos". Puede, sin embargo, que haya ciertas similitudes.
Por lo menos, eso es lo que piensa el anticuario, que puso a la venta en eBay la mencionada foto antigua, por un precio inicial de subasta de un millón de dólares.
Lo único que se sabe de la foto original es que data más o menos del año 1870 y fue tomada a un hombre de nombre desconocido, que vivía en Bristol (Tenesee, USA) en esos tiempos.
Por mi parte, no creo que el señor de la foto sea Nicholas Cage. O al menos, espero firmemente que no sea: fíjense que si el actor vive para siempre y continúa haciendo películas tan malas como las que está protagonizando últimamente.....sálvese quien pueda !!!
viernes, 23 de septiembre de 2011
"LIBERTAD", ESA PALABRITA
Lo que ven ustedes en la imagen anterior es la bandera de la "Isla de las Rosas", nación independiente de efímera existencia, jamás reconocida por otros países o por las Naciones Unidas, destruida por completo tras una guerra no declarada con una nación que le aventajaba en muchos millones de habitantes.
Ojo, no les estoy hablando de una novela ni de una película, sino de un hecho real.
Corría el año 1968 cuando el señor Giorgio Rosa, italiano de nacimiento e ingeniero de profesión, se sumó a la larga lista de hombres que, a lo largo de la Historia, han soñado utopías de libertad. Pero lo hizo con un criterio humano y racional, sin medios violentos y sin pretender imponerse a nadie.
Veamos al hombre (en el medio en la foto siguiente):
¿Qué se le ocurrió entonces a nuestro amigo Giorgio? Pues fundar una nueva nación.
¿De qué manera? Construyendo una plataforma marina de 400 metros cuadrados en el mar Adriático, once kilómetros mar afuera de la costa de Rímini.
La plataforma se construyó de forma tal que tenía sus propios comercios, bar, restaurant, night club, oficina postal y hasta estación de radio. Y no sólo se quedó en eso, sino que se declaró nación independiente el 24 de junio de 1968.
El idioma oficial de la República de la Isla de las Rosas era el esperanto (idioma universal) y su moneda se llamó "mill" ("miloj" en esperanto).
Como dijimos, la república tenía su propia oficina postal y, naturalmente, emitia sus propios sellos de correo:
Algunos podrán ver todo esto como una inocentada o una ingenuidad, pero el gobierno italiano se tomó el asunto muy en serio. Demasiado para mi gusto.
Los gobiernos italianos se han caracterizado por su lentitud a la hora de tomar decisiones (cosa que, me temo, aqueja en general a los gobiernos de todo el mundo). Ya saben ustedes como es eso: si surge por casualidad alguna iniciativa, se la discute hasta el infinito, se dan miles de vueltas y, probablemente, todo termina en un cajón.
Pero esta vez fue diferente. Más rápidas que el rayo, las autoridades ordenaron a las fuerzas policiales abordar la plataforma (o sea, invadir la Isla de las Rosas), bajo intrincadas acusaciones de posible evasión de impuestos (cosa que sirve para fabricarle un cargo a cualquiera).
De nada sirvieron las protestas formales del ingeniero Rosa. Su república fue ocupada y, peor aún, una vez que la policía italiana tomó el control de la misma, partió una segunda orden de parte de las autoridades: destruir por completo la plataforma.
Nuevamente, las cosas se hicieron con rapidez: un grupo especializado de la marina de guerra italiana se hizo presente en el lugar, colocó explosivos en los lugares apropiados y terminó con los sueños de libertad.
Nada quedó en pie, como si nunca hubiera existido. Para los periódicos de la época, fue apenas una cuestión menor.
No faltaron quienes idearon el titular irónico para el periódico. Por ejemplo, un diario tituló "Italia ganó la Guerra de las Tres Rosas" (en alusión a la Guerra de las Dos Rosas, conflicto civil inglés), debido a que la bandera de la isla mostraba tres rosas en su diseño.
Con el tiempo, todo el episodio quedaría en el olvido. Ni siquiera importaron las reclamaciones presentadas por nuestro amigo Giorgio, todas las cuales fueron desechadas.
Naturalmente, si el ingeniero hubiera sido afín a algún partido político, todavía se estaría discutiendo el tema en los círculos de poder italianos.
De la República de la Isla de las Rosas no se habló más. Hasta su ubicación casi se pierde, salvo por unos buceadores que la "reencontraron" en sus excursiones:
"¿Y la libertad?", me dirá usted. Pues le contesto que todos somos libres....de seguir al rebaño.
lunes, 29 de agosto de 2011
EL VIAJERO DE LAS FINANZAS
Amigo/a lector/a de este delirante blog, voy a formularle una pregunta: ¿Qué haría usted si pudiera viajar en el tiempo?
Estoy seguro de que las respuestas serán notablemente variadas. Algunos pensarán que es mejor mantenerse en el presente, otros desearán volver en el tiempo para cambiar algunas cosas, habrá quienes piensen en reencontrarse con seres queridos que ya no están y, seguramente, no faltarán quienes deseen curiosear en el futuro.
Por supuesto, más allá de los intereses científicos, culturales, afectivos y demás, también los hay más mundanos y directos. Volver al pasado sabiendo lo que va a ocurrir, puede resultar una posibilidad para enriquecerse. De eso trata la historia que les traigo hoy.
Allá por fines del año 2002 comenzó a circular una leyenda urbana persistente. Se decía que un individuo llamado Andrew Carlssin había sido arrestado por la policía neoyorquina, a pedido de la SEC (Securities and Exchange Comission), organismo federal de USA que vigila, entre otros cometidos, las transacciones en el mercado de valores.
¿Cuál era el crimen cometido por este hombre? En principio, se sospechaba que manejaba información privilegiada y secreta sobre empresas, pero los investigadores sabían que tenía que haber algo más, mucho más, detrás del buen Andrew.
¿Por qué? Pues porque había realizado 126 operaciones de compraventa de acciones en la Bolsa y las 126 habían arrojado enormes ganancias, al punto que había comenzado con 800 dólares y ahora poseía inversiones del orden del los 350 millones de dólares. Y todo en menos de un año.
Los chicos de la SEC no son gente que se chupe el dedo. Partían de la base de que Carlssin era el "hombre de paja" de algún grupo delictivo que, por medios ilegales, había obtenido información de empresas. Pero aún así, estaban sorprendidos. Por mucho que intentaran diagramar la maniobra, los resultados sobrepasaban las posibilidades de cualquier banda mafiosa.
Además, había un detalle nada menor que había surgido en las investigaciones: antes del año 2002 no existía el tal Andrew Carlssin en ningún registro oficial.
¿Entonces? Entonces había que interrogar al tipo y llegar al fondo del asunto. Pero lo que Andrew les dijo los descolocó del todo:
Al principio, trató de justificar sus inversiones adjudicándolas a la buena suerte. Luego, afirmó que había estudiado el mercado y sacado conclusiones. Pero la suerte y los conocimientos no podían avalar lo que no tenía justificación.
Al final, Carlssin se derrumbó y realizó una declaración de cuatro horas de duración, para la cual nadie estaba preparado: afirmó provenir del año 2256 y haber viajado en el tiempo con una sola finalidad, la de hacerse rico y llevar una buena vida.
Gracias a que tenía un trabajo administrativo en el laboratorio militar donde se había desarrollado la tecnología necesaria, clandestinamente se había jugado el pellejo para realizar el viaje en el tiempo. Y allí estaba.
Las autoridades policiales y la SEC reaccionaron como cabía esperar. Juzgaron que el tal Carlssin había obtenido una falsa identidad por medios ilegales, así como ahora optaba por hacerse pasar por loco para zafar de las acusaciones. Asunto terminado.
Pero allí entraron en acción otros resortes. La investigación fue de interés del FBI y ellos se hicieron cargo de Carlssin. Asimismo, la CIA entró en contacto con el tema y otras agencias de inteligencia manifestaron interés. Pronto, muy pronto, el paradero de Carlssin fue desconocido: se dijo que había sido internado en un manicomio, que había sido liberado por falta de pruebas, que todo el asunto era un invento de una revista sensacionalista, etc., etc.
Lo cierto es que Andrew Carlssin no volvió a ser visto. Y todo el asunto no pasa de ser una anécdota, una leyenda urbana.
¿O no?
miércoles, 10 de agosto de 2011
EL DIA DE LA MARMOTA...EN SICILIA
En la película "El día de la marmota" ("Groundhog Day", también conocida como "Atrapado en el tiempo"), Bill Murray se veía obligado a despertar una y otra vez en el mismo día de su vida.
Algún entrevero en el tiempo, no tan grave pero igualmente extraño, ha estado aconteciendo en Sicilia durante gran parte del mes de junio pasado.
Resulta ser que gran cantidad de personas empezaron a notar un desfasaje de quince minutos diarios en sus relojes digitales. Se adelantaban solos.
Por supuesto, el fenómeno comenzó pareciendo algo estrictamente individual. Un ama de casa notaba que el reloj del microondas adelantaba. Otra persona llegaba al trabajo con inesperada anticipación. Alguien se quejaba de que su celular marcaba una hora que no era la correcta. Las computadoras de una oficina mostraban equivocadamente la hora. Y así por el estilo.
Pero los comentarios, las conversaciones y el "boca a boca" comenzaron a mostrar que se trataba de algo generalizado.
Para mejor, un par de expertos en informática, saturados por las llamadas de servicio técnico, preguntaron a través de Facebook si alguien estaba teniendo problemas con los relojes. La enorme y abrumadora cantidad de respuestas afirmativas convenció a todos de que el problema era general.
En vista de ello, se dio paso a los científicos, que (cuándo no) desembarcaron munidos de un montón de hipótesis y ninguna respuesta concreta.
Para algunos expertos, el problema radicaba en el volcán Etna:
Según ellos, la reciente erupción del volcán puede haber provocado alguna alteración electromagnética que estuviera afectando los relojes digitales de alguna forma.
Para otros científicos, el problema pudo ser causado por obras de mantenimiento realizadas en el cable de suministro eléctrico entre Calabria y Sicilia.
Por último, hay quienes apuntan a cambios en la frecuencia de la red eléctrica, como involuntarios causantes del problema.
Al parecer, la respuesta correcta estaría a medio camino entre el mantenimiento realizado al cable y los cambios de frecuencia de la red. Al desconectarse el cable y sustituirlo por otras fuentes mientras se realizaba el mantenimiento, pudieron producirse oscilaciones en la frecuencia, suficientes para causar problemas en los temporizadores.
Eso dicen "los que saben". Y podría ser una respuesta válida y convincente, si todo lo afectado estuviese conectado a la red de suministro eléctrico. Pero no me convence para explicar la variación en aquellos aparatos que, por ejemplo, funcionen con pilas.
No es la primera vez que suceden cosas raras en la isla de Sicilia. Ya en febrero de 2004, en Caronia (Messina) se produjo una especie de "epidemia" de combustión espontánea de artefactos domésticos (heladeras, televisores, etc.).
Puestos a ser originales, los científicos también adujeron entonces que el volcán Etna hubiera afectado la red eléctrica de alguna forma. ¡Por lo visto, debe ser tentador eso de tener un volcán cerca, que sirve para echarle la culpa de todo!
Como sea, la cuestión es que el fenómeno del "adelanto temporal" cesó. Quedará para la anécdota graciosa, esa que reservamos para contarle algún día a los nietos (y que los hará sospechar que estamos mal de la cabeza).
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