martes, 13 de marzo de 2012

LA MÁS PRECIADA PERTENENCIA



El edificio de la sede central del banco Credit Lyonnais en París estaba considerado (y con razón) uno de los representativos de la ciudad. Construido en 1878, fue declarado monumento histórico.
Entre sus múltiples valores agregados, cuenta con elementos diseñados por el mismísimo Eiffel.

Por eso, cuando el 5 de mayo de 1996 se desató un terrible incendio en el lugar, se  temió lo peor.





Lo cierto es que dos terceras partes del edificio se vieron afectadas por las llamas y el humo, para luego ser anegadas por el agua que utilizaron los bomberos.

Al día siguiente, el habitual ajetreo del lugar parecía haberse multiplicado por cien. Varios expertos evaluaban los daños al edificio, los empleados del banco hacían recuento de los registros dañados y los informáticos intentaban minimizar las pérdidas de datos.

Entretanto, fuera del edificio se había formado una fila de clientes preocupados, que cada vez se engrosaba más y más.



Había un genuino motivo para que estas personas estuvieran inquietas. Resulta ser que la sede central del Credit Lyonnais no sólo contenía oficinas y despachos más o menos burocráticos, sino también la bóveda de seguridad más grande y misteriosa de toda Europa.


Había sido diseñada y construida por el propio Eiffel y contaba con 7.800 cajas de seguridad de diversos tamaños, que iban desde las gavetas tipo cajón que vemos en las películas, hasta algunas de tal tamaño que permitirían guardar muebles con facilidad.

Nadie sabía qué daño habían sufrido. Y cuando digo nadie, es nadie. Como el incendio había provocado derrumbes parciales, caída de vigas y la destrucción de algunas estructuras, era imposible saber qué había pasado con las cajas de seguridad, que seguramente estaban bajo escombros y agua.

Lo cierto es que el buen Eiffel había hecho bien su trabajo. Un representante del banco se coló por una grieta junto a los bomberos que aún trabajaban arduamente y pudo ver, incrédulo, que al parecer las cajas se encontraban intactas.
Claro que una cosa era divisarlas y otra bien diferente era llegar hasta ellas.



Un primer intento de observar mejor las cajas, consistió en usar una cámara de video avanzada, adosada a un artilugio robótico. El asunto no funcionó como se esperaba, de modo que hubo que esperar a que el edificio fuese debidamente apuntalado, los escombros parcialmente retirados y la energía restablecida, para alcanzar el primer sector: 6.300 cajas de seguridad de tamaño normal.

Pero fueron necesarios diez meses de arduos esfuerzos y tecnología especial para alcanzar las otras cajas, contenidas en bóvedas blindadas que llegaban a pesar dos toneladas y media (vacías), las cuales debieron alzarse hasta la superficie para trasladarse a sitio seguro donde devolver el contenido a sus dueños.



El reintegro de los bienes a sus propietarios fue bastante más dificultoso de lo que se esperaba. Y no por burocracia, pues los requisitos eran simples y lógicos: el cliente hacía una cita y el día señalado debía presentarse con su llave y su número secreto. Entonces se abría la caja correspondiente, en presencia del interesado, un ejecutivo del banco, un guardia de seguridad y un interventor. Y se labraba un acta del hecho, para documentación interna del banco.

Pronto fue evidente que muchos clientes llegaban hechos un manojo de nervios. Al principio, los empleados del banco no entendían por qué, pero luego comprendieron: pensaban que el fisco  intervendría en el proceso y reclamaría impuestos. Pero no fue así.

De modo que los bienes comenzaron a ser entregados. Y entre ellos había mayoritariamente lo que uno puede suponer: acciones, títulos, dinero contante y sonante, joyas, objetos de platería, lingotes de oro.
Pero también hubo objetos inusuales, como valiosísimas obras de arte e instrumentos musicales.

No faltaron los momentos tragicómicos, como cuando un caballero hizo abrir su caja de seguridad y encontró que todo lo que había en ella era una nota de la esposa, que decía:

"Lo siento, amor. Ya barrí con todo"

Pero el momento más bizarro se produjo cuando se abrió una de las cajas comunes. La cliente había solicitado expresamente que el banco proporcionara un empleado de sexo femenino. Y cuando la caja fue abierta, resultó que sólo contenía una muñeca vudú pinchada con innumerables alfileres:



La propietaria la tomó y la colocó en su cartera, tras examinarla con satisfacción. Acto seguido se dirigió a la empleada del banco y le dijo

"Se trata de una ex amante de mi marido. Yo me encargo de que no tenga muy buena salud.
Entre mujeres nos entendemos, ¿verdad, querida?"

La empleada no supo qué contestar. Pero seguramente comprendió que la noción de "pertenencia valiosa" puede variar de persona en persona.

6 comentarios:

Rosa dijo...

La vida te da sorpresas... como diría la canción.
Ya ves, cada persona valora las cosas según como e incluso para que.
Pobre hombre, lo desvalijaron en seguramente el sitio más seguro del banco y es que... ya no puedes fiarte ni de con quien duermes y sino que se lo digan al marido de la del vudú.

pelado1961 dijo...

Rosa:

Creo que el detalle de dejar la nota fue (que me perdonen) típicamente femenino, jajjajaja.
Y ahora que lo pienso, lo de la muñeca vudú también.

(qué malas que son ustedes cuando quieren, ¿eh?)

Mariolo dijo...

Me hicieron reír ambas situaciones, pero, claro, porque yo no estoy involucrado.

Diría una amiga, mirá que son yeg....

jajajaja

pelado1961 dijo...

Suerte que estamos nosotros los hombres en el mundo, con la misión de equilibrar a las féminas.
(eso no me lo cree nadie, jajjajaa)

Ferchu dijo...

una muneca vudu a la flauta, mira que otras sorpresas guardaran esas cajas...

pelado1961 dijo...

Ferchu:

Si esto es lo que se sabe, imaginate lo que no !!!!