Hoy en día estamos plenamente acostumbrados a las cirugías estéticas. Estrellas y estrellitas desfilan por docenas en los medios masivos, generalmente desmintiendo haber pasado por quirófano alguno, pero luciendo nuevos aditamentos a su anatomía: labios, pómulos, pechos y todo lo que pueda imaginarse.
Pero las cirugías estéticas también conocieron otras épocas, donde no eran tan comunes como para transformarse en regalo de cumpleaños para jovencitas o panacea contra la edad para veteranitas.
Hubo tiempos donde se llevaban a cabo principalmente para reparar secuelas de accidentes o, como veremos, para asumir identidades ajenas.
La historia que les traigo comienza en los años '40 del siglo pasado, en la principal clínica de cirugía plástica de Berlín. El doctor Zeitfeld es su director y uno de sus hijos es cirujano en ella. Su otra hija, Magda Zeitfeld, también es médica pero ha elegido una carrera bastante más riesgosa: trabaja para el servicio secreto nazi.
Como el doctor Zeitfeld es simpatizante del régimen, su clínica prospera. Además, nunca faltan clientes en medio de una guerra. Hay familias adineradas con parientes que han sufrido heridas deformantes, situaciones que esa clínica (pionera en la utilización de prótesis faciales hechas de materiales especiales) puede corregir.
Pero en 1943 se internaron tres pacientes bastante especiales: ya arribaron con vendajes que les cubrían por completo la cabeza, si bien no tenían signos de herida alguna. Y se trataba de un asunto oficial, pues llegaron con protección y custodia de militares de la SS.
¿En qué consistieron las operaciones llevadas a cabo? Nadie lo sabe con certeza: por primera vez en la historia de la clínica, no se guardaron registros médicos ni constancias de esas tres intervenciones. Y las cirugías fueron llevadas a cabo personalmente por los Zeitfeld, padre e hijo.
Todo hubiera quedado en una anécdota menor, si no fuera por algo inesperado que sucedió: semanas después de las operaciones, cuando los pacientes ya habían sido dados de alta, la clínica fue asaltada y los delincuentes (que nunca fueron ubicados) mataron a todo el personal, incluídos el doctor Zeitfeld y su hijo.
Cuando Magda Zeitfeld supo la noticia, comenzó a especular las causas. En la clínica no había mayormente dinero, pues los pagos y cobros se efectuaban mediante transacciones bancarias. Los anestésicos y medicamentos aún no eran tan escasos como para ser valiosos. Y en todo caso, las penas por robo y por homicidio eran muy distintas entre sí como para que unos ladrones se convirtieran en asesinos.
Como agente secreto, Magda estaba entrenada para encontrar la verdad en medio de las apariencias. Y movió sus hilos y contactos pacientemente. Al final, vino a descubrir que la masacre de la clínica había sido resultado de una operación de la SS para encubrir todo lo relativo a los tres pacientes misteriosos.
¿Y quiénes eran los pacientes? Tres "dobles" operados para suplantar a Hitler.
Por mucho que Magda Zeitfeld quisiera vengarse, le era imposible llegar a los culpables, pues se hallaban entre los personajes más poderosos de la Alemania del momento. Pero precisamente por eso, la espía reevaluó todas sus lealtades y comenzó a trabajar para el servicio secreto inglés, convirtiéndose en una doble agente.
Los ingleses ya sospechaban que Hitler utilizaba dobles, principalmente para las ocasiones públicas donde no era necesario que hiciera discursos. Pero comenzaron a preguntarse para qué más planeaba usarlos, si el asunto era tan secreto y delicado como para matar a todos los implicados.
Investigando un poco más, los británicos llegaron a saber de la existencia segura de por lo menos dos dobles del dictador nazi. Uno de ellos era un actor, de nombre Andreas Kronstaed, que tenía un notable parecido físico con Hitler. El otro, según los investigadores, había surgido por mera casualidad.
Ferdinand Beisel era un nazi convencido. Se había afiliado al movimiento e integró las SA (formaciones paramilitares) desde un principio. Para entretener a sus compañeros en el cuartel, no encontró mejor cosa que imitar a Hitler, acto que llevó casi a la perfección con todos los detalles (gestos, peinado, bigote, impostación de voz) y una semejanza física llamativa.
Pero no eran tiempos como para hacer imitaciones graciosas del jefazo nazi, por lo cual fue denunciado y muy pronto detenido por la Gestapo (policía política), encontrándose con un futuro no muy auspicioso ante sí. Podían haberlo ejecutado, pero alguien encontró útil el acto cómico de Beisel y lo reclutó como doble.
¿Para qué los querían, al punto de operarlos para convertirlos casi en "clones"? La respuesta probablemente haya surgido en 1945:
El mes es abril y el lugar es, nuevamente, Berlín. Pero ahora se trata de una ciudad irreconocible para cualquiera. Casi todo lo que puede verse son edificios en ruinas, trincheras improvisadas y calles repletas de cráteres de bombas.
Los combates entre tropas rusas y nazis se llevan a cabo por todas partes. El nivel de violencia y destrucción empleado por ambos bandos no tiene parangón. Al final, todo concluye con la caída de la ciudad y la rendición completa de Alemania. La guerra en Europa ha terminado.
Cuando los rusos se hacen cargo de la situación, encuentran un búnker subterráneo cuya existencia desconocían. Visto que parece ser el último refugio de la cúpula nazi, es de máximo interés revisarlo a conciencia. Stalin ordena entonces que el contraespionaje militar se encargue de la tarea y, sobre todo, les encarga una misión primordial: averiguar qué sucedió con Hitler.
En tren de resolver ese rompecabezas, no se escatiman medios. Se detiene a unas ochocientas personas que, directa o indirectamente, pueden aportar información. Desde los dentistas y médicos de Hitler hasta los choferes y ayudantes. Desde los generales que estaban en el búnker hasta las cocineras.
Empiezan a surgir datos y se van reconstruyendo las situaciones. Se excava por aquí y por allá, encontrando incluso algún cadáver que "sin duda" es el del dictador.
Al final, las versiones que se obtienen son contradictorias y los cadáveres (más de un candidato) no concuerdan. Los rusos pierden la poca paciencia que ya tenían y varios de los detenidos se convierten en prisioneros. Muchos de ellos pasarían una década en la cárcel y de otros no se volvió a saber nunca más.
Entretanto, los británicos mandaron a un oficial (Hugh Trevor Roper) a investigar y el hombre, en tiempo récord, concluyó que Hitler se había suicidado en el búnker. Al menos, eso era lo que decían los pocos testigos (por más señas, indirectos) que hablaron con Roper (que por supuesto nunca pudo interrogar a los que estaban en cárceles rusas).
Conclusión: Stalin quedó hecho un ají picante y mantuvo hasta el final de sus días que Hitler se le había escapado.
Pero tras la muerte de Stalin en 1953, vino en la URSS una época donde prácticamente se negó validez a todo lo que éste dijo e hizo, de modo que poco a poco fue ganando terreno la "versión oficial" de los libros de Historia occidentales, con Hitler suicidándose el 30 de abril de 1945.
Y la única "prueba concluyente" del suicidio la tenían justamente los soviéticos: un trozo de cráneo que los forenses rusos dictaminaron perteneciente a Hitler (aunque Stalin no les creyó nada):
Lo que trajo de nuevo a la palestra todo este asunto es que, hace poco, un equipo científico de la Universidad de Conneticut fue autorizado a examinar el trozo de cráneo. Y concluyeron que no perteneció ni remotamente a un hombre de 56 años (caso de Hitler), sino a una mujer joven de entre 20 y 40 años de edad.
Por tanto, las hipótesis de una fuga de Hitler y su posterior asilo clandestino en España o Argentina, han cobrado validez nuevamente.
Para los libros de Historia, nada cambiará. Tampoco puede Stalin levantarse de su tumba y mostrar el dedo del medio a sus expertos.
Sólo queda el misterio de una siniestra y bien armada farsa, que empezó con un bisturí.
10 comentarios:
mira vos no me esperaba esto.. asi si q se haria mas ligero agarrar los libros de historia con algun q otro chisme de la materia. Ahora, q te hagan esa carita era mas o menos como ir a la silla electrica te lo regalo!!
Estuviste bien, Vale, jajajja.
Habría que ver cuál castigo era peor.
Qué caripela, ¿no?
mas q la estetica es como si hoy te pusieran la cara de bush :$ jugamos a tiro al blanco??
¿La de Bush??????
¡Me quedo con la mía sin dudar!!!!
Excelente relato, bien elaborado y explicado de cabo a rabo. Yo siempre he creído que Hitler sobrevivió a la guerra y posiblemente murió de viejo en el exilio.
M.
Mik:
Al parecer, así fue: sobrevivió y se perdió su rastro.
Según algunos investigadores, fue a Argentina donde se dirigió.
Va un abrazo.
Gracias por tu comentario.
¿Por qué muchos nazis eligieron esconderse en el sur de sudamérica?, Argentina, Brazil, Paraguay y no se si Uruguay.
Hitler vivió y se cambió el apellido a Yabran, tuvo un hijo que ....
jajaja ¿Teoría conspirativa la mía?
Mariolo:
Te cuento que por Uruguay anduvo el Dr. Mengele.
Hasta parece que se casó en este país y hay quienes dicen que ejerció su profesión.
Me gustó tu teoría conspirativa, jajajaja, salada mismo!!!!
Un abrazo.
Otra version que corrio es que Hitler vivio en Mendoza y pintaba cuadros.
No se que decir, pero es posible que haya sobrevivido y se refugiara en Argentina
Anónimo:
Si pintó cuadros, entonces volvió a su ocupación de otros tiempos (pues fue pintor de joven).
Tiene razón en la versión que comenta, pues algo se dijo sobre un hotel de Mendoza donde los dueños habrían alojado a Hitler.
Gracias por comentar.
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